Por Marcelo A. Loyola Vera
Hace unos 15 años, ya viviendo en Temuco, comenzaba a ganarme la vida filmando ceremonias de todo tipo con mi vieja Panasonic M2000, que como gracia tenía grabar directo sobre un VHS, sin tener que hacer engorrosos traspasos a otras cintas. No me iba tan mal, perdí el número de matrimonios, cumpleaños, licenciaturas y bautizos a los que asistí. Y precisamente hubo un bautizo que nunca olvidaré y debo reconocer que gracias a éste comencé lentamente mi viaje en este apasionante camino del escepticismo, ya sabrán de qué les hablo. A pesar de que fui alguna vez un católico, apostólico y romano, la ceremonia de la cual les comento era de un pobre y desaliñado templo bautista, mi cámara y mis necesidades no hacían la diferencia entre religiones, quien pagaba, ahí estaba yo. El trabajo dignifica, dicen.
Esa mañana no importó el frío que había, esta psicosis colectiva que llaman fe no daba tregua a la helada que había caído, uno a uno con sus túnicas blancas se tiraban de espalda asistidos por el pastor sobre el río cautín, quién majestuoso lleva consigo neumáticos, cartones y todo lo que proporcionan los desagües, incluso la nunca bien ponderada materia fecal que aportan los parroquianos metros antes del improvisado escenario religioso.
Luego, un sabroso almuerzo nos esperaba a todos en la casa del pastor, quién vivía en el mismo terreno junto al templo adquirido con dineros de los “hermanitos de la fe”. Casi como autoridad de escuela pobre me ubicaron junto al principal asiento que ocupaba el dueño de casa, quién orgulloso comentaba detalles de la ceremonia con su colega de una iglesia cercana.
“Que linda ceremonia hermano Josabeth, este si es un verdadero bautizo, tal como lo hizo “nuestro señor amado” en el río Jordán”, Si, asentaba con la cabeza el otro pastor, sin soltar la presa de pollo. Y continuaba diciendo: ”Este es el verdadero bautizo, no como ese de los católicos que se echan un poquito de agüita con una jarrita sobre la cabeza”.
Yo como dije en un principio era católico en ese entonces, sin embargo entendía, que el agua era un símbolo, y no debía tener importancia la cantidad, es decir, no debiera ser proporcional. Algo así como a mas agua más hijo de dios, a mas agua más fe, bien creo que ya me entienden.
El pastor de esta iglesia así lo creía, así lo creían sus “hermanitos” y así lo creía su colega.
¿Cómo se sostiene la iglesia con gente así, que no saben o no entienden lo que predican?. Ahora veo que realmente yo como ateo tomo más en serio la religión que estas cabezas perdidas. Y respondiendo a mi pregunta, ¿Cómo se sostiene la iglesia con gente así?.
Ya vemos que la iglesia bautista, católica o la que sea, no ha podido sostenerse en nada. Sólo en su fe. Y según la Wikipedia: “La fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”. Bien por ellos.
Desde ese día comencé a cuestionarme todo, y fui perdiendo el miedo a lo que los católicos llaman como uno de los dones, el “Temor de dios” y que se trataría de uno de los regalos más bellos que el creador dio a la humanidad. Siendo este el último nexo a romper para salir de lo que yo llamo “La Matrix”.
(Foto referencial)
Marcelo A. Loyola Vera |