El papiro de la discordia — fuente: Hardvard Divinity School (http://www.hds.harvard.edu) |
El artículo es bien interesante y técnico, y aporta mucha información que es poco común de ver publicada en los medios chilenos, por lo que recomiendo leerlo con atención. En el artículo hay varias cuñas que provienen de la entrevista que nos hicieron y también mucho material adicional muy interesante, lo que demuestra un muy buen trabajo de investigación del periodista Alexis Jéldrez.
Artículo en revista «Antilope», edición de noviembre de 2012 |
Respecto del trozo de papiro presentado por la profesora Karen L. King (en un borrador de paper por publicar), es un material en extremo interesante, pero es difícil sacar una conclusión definitiva a partir de él; el papiro es apenas un fragmento no más grande que una tarjeta de crédito, el cual es defendido por algunos eruditos como auténtico del siglo IV, donde aparecen unas cuantas frases en copto como la polémica «Jesús les dijo: ‘Mi esposa…'», pero que al no tener más texto, hace imposible conocer siquiera el contexto de esa frase.
Por otra parte, suponiendo que ese papiro sea auténtico y que su versión original y completa tuviera muchas frases y dichos de Jesús hablando de y a favor de «su esposa» humana, pienso que lo único que se puede inferir con seguridad es que en el siglo IV hubo personas que pensaban que tal cosa era cierta al punto de haberla puesto por escrito y copiado al copto, probablemente a partir de otros textos más antiguos. Pero más allá de eso, es imposible (con lo que sabemos hoy) saber si tales afirmaciones son ciertas, por cuanto del Jesús histórico únicamente existen «testimonios» escritos tardíos en los propios evangélicos canónicos, pero absolutamente nada más; si es que hubo un Jesús que vivió y caminó en Israel el año 30 DC (cosa que ni los expertos, eruditos e historiadores dan por seguro), lo que sea que él haya dicho y hecho puede haber sido el germen que se transformó en el Jesús-Cristo que dio origen al mito cristiano, pero si pudiéramos viajar en el tiempo, si pudiéramos ver al Jesús real y escuchar sus palabras, lo más probable es que sería un Jesús irreconocible respecto de cualquier idea o teología que cualquiera de los tipos de cristianismo han planteado los últimos 20 siglos.
Con esto, el papiro del denominado «Evangelio de la esposa de Jesús» es en extremo interesante pues es una ventana al siglo IV que permite saber qué era lo que creían ciertos grupos de cristianos de aquella época, y confirmaría el hecho que sí hubo cristianos que (eventualmente) creían en un Jesús no célibe y casado, pero de ahí a llegar a concluir algo respecto del Jesús humano y real que puede (o no) haber existido, es algo que tal papiro no puede entregar, pues eso requeriría de otro tipo de evidencia que hoy simplemente no tenemos.
Un Jesús soltero o, más aún, un Jesús célibe, es de importancia vital para las iglesias que postulan que el celibato (al menos en su clero) es algo de valor, como en el caso de la Iglesia Católica Apostólica Romana. Otras corrientes cristianas, como las protestantes, donde sus pastores y líderes pueden casarse y tener familia abiertamente, no tienen un gran problema con ese tema.
Un Jesús casado afecta a los defensores del celibato, y si se demostrara que de verdad Jesús tuvo esposa, demostraría que ciertos dogmas o doctrinas vendidas como verdades no son tales, y eso abriría un dique de dudas difícil de detener, por lo cual «rebatir» o «minimizar» siquiera tal posibilidad es algo que muchos van a intentar con toda sus fuerzas. Basta con seguir los gritos y ver quiénes son.
Nuevamente, es un tema de dogmas. Un Jesús-hijo-único como «dogma de fe» asegura una María virginal, sin mancha de ese “cochino sexo»; un Jesús «concebido divinamente», pero con varios hermanos terrenales, deja en evidencia que María y José sí tuvieron que tener «mundano sexo» para concebir hermanos y hermanas, arruinando la imagen «virginal permanente» de María, que se intenta vender por ciertas corrientes cristianas (la ICAR en especial) casi como una marca registrada.
Por temas políticos, luchas de poder intestinas y «forzamiento de doctrinas». Los cuatro evangelios canónicos recién fueron elegidos y proclamados como tales en el siglo IV, cuando el emperador romano Constantino designó a la corriente cristiana proto-ortodoxa que daría lugar al catolicismo como la religión oficial del estado. En ese instante se tuvo que definir cuáles eran los textos oficiales de la «nueva religión oficial» y, después de un sínodo se asignó valor únicamente a los 4 evangelios actuales, 3 de los cuales «Marco, Mateo y Lucas» son virtuales plagios entre ellos (lo que asegura un contenido muy similar) y un cuarto, el de Juan, que tenía claras diferencias doctrinales, pero era demasiado popular para dejarlo de lado, y haciendo suficiente vista gorda, pudieron ignorar cómodamente las diferencias y contradicciones obvias con los otros tres.
Pero habían muchos más evangelios y también muchas otras corrientes cristianas diferentes de la ortodoxia ganadora: algunas que negaban la divinidad de cristo pues él era sólo un ser humano, otras que pensaban que Jesús era dios y por lo tanto no podía morir, así que no murió en la cruz sino que sólo lo simuló, otras que pensaban que Jesús sólo era un profeta que venía a traer un mensaje de iluminación personal, etc. Como la ortodoxia cristiana de Constantino ganó un enorme poder, se declaró a las demás versiones de cristianismo como «herejías», prohibiéndolas, persiguiendo a sus seguidores, encarcelándolos y borrando del mapa los «evangelios» competidores que daban mensajes diferentes de los 4 oficiales.
Es por eso que hoy los eruditos sólo pueden encontrar y reconstruir esos evangelios alternativos sólo por fragmentos encontrados por accidente (como la biblioteca de Nag Hammadi encontrada en el siglo XX), por comentarios más o menos textuales de los padres apostólicos ortodoxos (proto-católicos) que discutían y combatían las herejías ajenas, o por fragmentos de papiros como este nuevo «evangelio de la esposa de Jesús» recién dado a conocer.
Simplemente cada versión de cristianismo intentará defender su dogma. Si no toca lo que creen, simplemente le es indiferente.
Es por ello que se escuchará a pocos protestantes escandalizarse por un Jesús casado, pues ellos conciben que el celibato no tiene sentido, mientras que los católicos pondrán el grito al cielo. En cambio si apareciera una polémica por ejemplo de un papiro que pusiera en boca de Jesús «la santidad de la sagrada virginidad de María» concediéndole estatus casi divino, los protestantes rasgarían vestiduras y gritarían falta mientras los católicos aplaudirían de pie.
Al final del día, cada facción cristiana intenta cuidar a rajatabla «su» visión del cristianismo, su dogma o doctrina de cualquiera que les (de)muestre que están equivocados, o siquiera del riesgo de que eso pueda ocurrir.
En el cristianismo proto-ortodoxo ganador del favor oficial del imperio, sí, la mujer fue reducida a un papel secundario, pero no en el resto de los demás cristianismos primitivos no-ortodoxos del siglo I al III.
Ésa es una de las razones por las que creo que se falsificaron cartas apostólicas, como las cartas deuteropaulinas (no escritas por Pablo, sino que simulando serlo, un hecho reconocido por casi todos los eruditos bíblicos, pero una información que se mantiene fielmente alejada de los creyentes por sus líderes religiosos).
En las cartas falsificadas, el falso «Pablo» rebaja a las mujeres a una clase inferior. Así, se exige que las mujeres «aprendan en silencio, porque no le permito a la mujer enseñar» (1 Timoteo 2:11-12); basta comparar con las cartas auténticas de Pablo, como en Gálatas 3:28: «Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús.», uno puede darse cuenta que algo muy raro pasa ahí…
Mi sospecha es que esas cartas se «crearon» justamente para dar autoridad a la idea de que la mujer con poder era prohibida, pues justamente en ciertos «otros» cristianismos alternativos , como el movimiento cristiano montanista del siglo II, habían profetisas (Maximilia y Priscila) que eran autoridades en ese movimiento, y la mejor forma de «combatir» tal herejía fue desacreditar a la mujer como figura de autoridad, y no encontraron nada mejor que falsificar cartas de Pablo para «demostrar» que tal cristianismo era falso en base a la autoridad de un apóstol conocido.
Una vez que el cristianismo proto-ortodoxo venció la «guerra religiosa» contra los otros cristianismos alternativos en el siglo IV, los motivos originales de este combate contra la mujer quedaron sepultados en el olvido, pero las falsas «enseñanzas» del falso Pablo perduran hasta el día de hoy como «escritura inspirada», y desde entonces condenaron a la mujer a un segundo plano que hasta el día de hoy se mantiene en muchas iglesias cristianas, y cualquier evidencia que intente demostrar lo contrario hará que los grupos que quieren mantener a la mujer en calidad de ser inferior al hombre pongan el grito al cielo.