Io Saturnalia (Imagen: pixgood.com) |
Por Manuel Cozano
Navidad, ese período del año en que todo es paz y amor, la gente se regala obsequios unos a otros y donde los niños son los reyes de la casa. Esto no siempre fue así. Nada de eso se menciona en la Biblia, pues ni siquiera se detalla en qué momento del año nació Jesús ni mucho menos se habla de que sus discípulos celebraren su nacimiento ni que sus seguidores conmemoraren tal evento.
La Navidad, tal y como la conocemos, es un reciclaje de celebraciones paganas, empezando por la festividad romana de los Saturnales (“Saturnalia” en latín), que se celebraba en honor a Saturno, uno de los dioses romanos más importantes después Júpiter. Saturno era el dios romano de las estaciones y la agricultura, y al terminar el período más oscuro del año en el hemisferio norte, se hacían carnavales de una semana entera (17 al 23 de diciembre) por el nacimiento de un nuevo período de luz y el 25 de diciembre era el día del “invencible dios sol” (Deus Sol Invictus). El fin de la siembra de invierno dejaba tiempo libre y la gente salía a visitar a sus amigos y parientes e intercambiaban regalos; los esclavos y los amos intercambiaban lugares, mientras a los niños se les nombraba “rey de la casa” y se le cumplían todos sus deseos. No podía haber castigos, juicios ni guerras durante los saturnales. Después del 25 de diciembre se iniciaba el festival de Sigillaria, en donde a los niños se le regalaban pequeños objetos para que jugaran.
El Sol era una deidad clave para un pueblo agricultor, como los romanos; también era una deidad común entre muchos pueblos, como los egipcios y los griegos. Por ello, el Festival del “Nacimiento del Sol Inconquistado”, que ocurría después de los saturnales (el 25 de diciembre), era muy popular a lo largo y ancho de todo el Imperio, haciéndose en honor a sus dioses solares particulares.
Cuando Constantino I (el Grande), asumió el poder y apoyó a los cristianos, decidió usar ese festival en el año 312 para celebrar la Natividad de Cristo. Luego el Papa Julio I en el año 350 reconoció al 25 de diciembre como fecha del nacimiento de Jesús. Así pasamos de decir “Io Saturnalia” o “Ave Sol Invictus” a desear una “Feliz Navidad”.
Aunque a lo largo de la historia han sido diversas las formas y los matices que se le han dado a esta celebración, el objetivo de desear paz y buena voluntad para todos sigue siendo el mismo a través de los siglos y esperemos que eso sea algo que nunca cambie.
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