Imposturas conservadoras en los medios de comunicación

por | 17 octubre, 2014
¿Cuánta distancia hay entre la solidez de los argumentos expuestos en una carta al director de un medio de comunicación y la conveniencia política de su publicación, dada la cercanía ideológica que tenga con su línea editorial? Ningún sector político está exento de obviar tal distancia, pero dada la actual contienda entre las facciones conservadoras y liberales al interior de la Iglesia Católica, respectivamente reconocibles en el cardenal Ricardo Ezzati, quien elevase consulta al Vaticano respecto de las declaraciones de los sacerdotes Felipe Berríos, José Aldunate y Mariano Puga, me tentó la siguiente inquietud: ¿qué tan factible sería el conseguir que se publicase en un medio conservador una misiva de vacuo argumento, pero que no escatimase en caricias ideológicas recurriendo a la burda exaltación de la autoridad, la jerarquía, la tradición, los valores tradicionales, las amenazas espirituales, la interdicción moral, la doctrina y el ninguneo de los liberales? Mejor aún: ¿y si tal texto permitiese una doble lectura, dependiendo del paradigma conservador o liberal del lector, útil a cualquier respuesta del Papa? Tras intentarlo con El Mercurio, La Tercera y Las Últimas Noticias, finalmente resultó con La Segunda (“Ricardo Ezzati 1”, 15 de octubre de 2014). Posteriormente se ofrece el desglose de la entelequia.

Doctrina y opiniones

Sr. Director:

Arriesgándose como ovejas alejadas de su pastor, así hoy muchos confunden lo que se les antoja que la Iglesia sea, cual veleta al errático viento de los tiempos modernos, con los valores tradicionales que ella sabe y debe defender. Como pastor atento a las amenazas espirituales que acechan a su rebaño, monseñor Ezzati supo tener a bien el esclarecimiento ante la máxima autoridad doctrinal, el papa Francisco, de las divergentes opiniones expresadas por los sacerdotes Berríos, Aldunate y Puga. Sepa tener a bien, a su vez, el rebaño, las directrices de su pastor.

Atte.

Los detonantes

0.- Antecedentes

Los sacerdotes Berríos (“cota mil”), Aldunate (defensor de los DD.HH. durante la dictadura militar, “el homosexual tiene derecho a amar y compartir su vida con otra persona”, “la Iglesia es anticuada”) y Puga (“el cura obrero”, “la Iglesia, en vez de ser la que destruía el concepto de clases, lo fortaleció: colegios para los pobres, otros para los indígenas, otros para la clase alta”) han realizado una serie de críticas internas a la Iglesia, desde un punto de vista liberal, respecto de su postura ante el matrimonio homosexual, el aborto terapéutico y las diferencias de clases sociales. Tales críticas contrastan con el talante conservador del cardenal Ricardo Ezzati, presidente de la Conferencia Episcopal, quien, “preocupado”, envió al Vaticano una serie de referencias en la prensa a las declaraciones de los sacerdotes, para examen de la Congregación para la Doctrina de la Fe (ex Inquisición), organismo «encargado de asegurar la correcta aplicación de la doctrina», quien sale «en defensa de la fe contra errores y herejías».

1.- El comodín liberal

Considerando a la Iglesia una institución eminentemente conservadora y retrógrada, un contrasentido que aparece usualmente al enrostrarle ello a un católico liberal es que, al existir estas corrientes identificadas como liberales, siempre puede parcializar el problema aludiendo a que es una parte de la Iglesia la conservadora, mientras que hay otra, identificada en estos sacerdotes, que es liberal. Sin embargo, en particular los jesuitas, tienen un voto especial de obediencia al Papa y, en última instancia, le son leales, por conservador que éste sea. Es una liberalidad circunscrita al conservadurismo de su jerarquía, no obstante suficiente para anestesiar el ímpetu de rebelión de los liberales contra esa iglesia conservadora, colaborando así a perpetuar su poder.

2.- El sesgo editorial

Recuerdo el debate que se armó en las carta al director de El Mercurio, el año pasado, a propósito de la charla de Diseño Inteligente que patrocinó la Universidad de Chile. El debate fue derivando del origen de la humanidad, al de la vida, al del Universo y de ahí a la existencia de Dios, abundando cabida a argumentos teológicos simplones, dando forma al declive del debate.
Por estos medios y ante este otro debate, el proceso se repite, una y otra vez, de lo cual esta misiva es sólo un ejemplo más.

Elementos retóricos

  • Hegemonismo doctrinal: Como la Iglesia Católica considera que su doctrina es la única verdad (“ella […] sabe”), los demás están confundidos (“muchos confunden”) y esgrimen meros antojos (“lo que se les antoja”), meros caprichos infundados. Además, esa multitud de muchos se contrapone ante ese titular único de la doctrina correcta, el Papa.
  • Proselitismo doctrinal y superioridad ética: La iglesia “[ella …] debe” defender esos valores, que son los propuestos por ella.
  • Interdicción moral: El catolicismo es hegemonista moral y estipula al pueblo como un rebaño que necesita de un pastor (“ovejas [alejadas de] su pastor”), convenientemente provisto por la Iglesia. Es ella quien se arroga la potestad de guiar rectamente nuestras conciencias, no vaya a ser que pensemos por nosotros mismos y dejemos de considerar valiosos sus servicios.
  • Peligro espiritual: El catolicismo advierte peligros espirituales para quienes se alejan fuera de su doctrina (“Arriesgándose [como ovejas] alejadas [de su pastor]”).
  • Tradicionalismo: Ella “sabe” cuáles son los “valores tradicionales” y reconoce en ello un capital moral. Contraria a una moral progresista, lamenta los “tiempos modernos” y desmerece (“errático”) la aspiración progresista (“veleta al […] viento”) del rebaño moderno.
  • Paternalismo moral: Considerados como interdictos morales, el pastor está “atento” a las “amenazas espirituales” que, conservando la analogía con el rebaño, nos “acechan”. Evité deliberadamente referir al lobo, por considerar que pudiese haber revelado torpemente la ironía de la frase y evitado su publicación.
  • Exaltación de la autoridad: se reconoce bondad en el “pastor atento”, empático ante los acechados, se reconoce la autoridad del cargo cardenalicio (“monseñor”: “mi señor”), se personaliza su autoridad (“Ezzati”), se reconoce su sabiduría (“supo”) y previsión del destino de nuestros espíritus (“tener a bien”), noblemente, a pesar de la adversidad producto del apoyo popular a los sacerdotes liberales.
  • Exención de responsabilidad: expuesto al escarnio público por arremeter contra sacerdotes populares, reenfocó su proceder ya no como un golpe de timón doctrinal, pues podría chocar contra su superior, el Papa, jesuita, sino que dio medio paso atrás apelando a su «calidad de pastor», quien «tiene el deber y el derecho de intervenir oportunamente cuando surgen problemas de carácter doctrinal con sacerdotes o fieles que residen en el territorio de la misma arquidiócesis». Él pastorea al rebaño, no define doctrina; no vayamos a cobrarle de más.
  • Sometimiento a la jerarquía: como él no define doctrina, sino que le corresponde a su superior jerárquico, le solicita el “esclarecimiento” a quien sí define doctrina, “la máxima autoridad doctrinal, el papa Francisco”, a quien él se somete. He aquí su movida política maestra: recordarle a los “sacerdotes”, jerárquicamente inferiores, quién es el que dicta las reglas y cuáles son esas reglas. Él no habla con los chanchos, sino que con Don Pancho.

    Por tradición y estabilidad del poder, los papas evitan, dentro de lo posible, borrar con su codo lo escrito con la pluma del anterior. La doctrina católica es clara respecto de los temas en disputa, aunque no le guste a las facciones liberales interesadas en seguir siendo reconocidas como católicas.

    Recíprocamente, un rebaño a quien se le reconoce sabiduría en cuanto acepte la doctrina, será sabio si “tiene a bien” obedecer las “directrices” alegadas por el preocupado pastor.

  • Estilo eucarístico: Tras haber padecido años de asistencia regular a misas, hay ciertas estructuras del discurso bastante típicas, de las cuales se usaron dos: (1) el abrir y cerrar la prédica con los puntos contrapuestos: el rebaño errático y antojadizo versus el rebaño afín a las directrices del pastor; y (2) expresión, al cierre, de un deseo como imperativo. Quiéralo o no y sea lo que sea que se haya dicho, mediante este recurso es difícil que un piadoso feligrés practicante quede indiferente. Dicen que algunos directores y editores de medios también asisten a misa.

La doble lectura

Un conservador podría considerar afín este alegato y sentirse en camaradería con el autor en su cruzada de apoyo al cardenal conservador. Sin embargo, dependiendo de cómo responda el Papa, esta carta se presta para dos lecturas. De ambas formas le significará un costo político. Si respondiese dándole la venia a Ezzati, los católicos liberales se verían en la necesidad de obligarse a comulgar con esa rueda de carreta. Sin embargo, si le diese la venia a los sacerdotes liberales, apelando a los mismos argumentos de tradición y jerarquía esgrimidos, el cardenal tendría que saber acatar lo esclarecido por el Papa, y esta publicación en el medio conservador cumpliría mi objetivo original de quedar sirviendo a ese recuerdo.
Por cierto, siempre queda la posibilidad históricamente usada y abusada por la Iglesia, de dar alguna respuesta culebreada, en diagonal y difusa, para quedar bien, o no tan mal, tanto con su dios del poder como con los diablos rojos.
Sea como sea, si me excusan el concluir con estilo eucarístico, la distancia entre la solidez de los argumentos expuestos en una carta al director de un medio de comunicación y la conveniencia política de su publicación, dada la cercanía ideológica que tenga con su línea editorial, siempre servirá como factor a considerar al sopesar su seriedad.

Referencias

Una (humilde) inspiración:

  • Imposturas intelectuales” (“Sinsentidos de moda: El abuso de la ciencia por parte de los intelectuales posmodernos”), Alan Sokal, 1997, ISBN 1-86197-631-3
  • Más allá de las imposturas intelectuales: Ciencia, filosofía y cultura”, Alan Sokal, 2009, ISBN 9788449323140