Un hecho histórico desde la perspectiva vulcana[1]

por | 11 septiembre, 2013
Libro
«Travesía a Vulcano»
“Más vale vivir un año como león y no diez como cordero”
– Slogan de los años 70.

Como corolario final a los capítulos anteriores2, y considerando que usted señor lector ya se encuentra familiarizado con lo que pretendo dar a entender bajo el concepto de Pensamiento Razonado3, deseo someterlo a una prueba final:

Daré una particular visión de un hecho histórico que no deja a nadie indiferente en Chile, para la cual utilizaremos todos los elementos descritos anteriormente, en un intento novedoso de entender nuestras conductas y procesos sociales.

Le solicito que trate de mantener una neutralidad vulcana y analizar esta parte de nuestra historia reciente desde el prisma particular que pretendo darle.

Debo anticipar que la tendencia política que asumí durante mi juventud y hasta antes de iniciar mi investigación sobre el pensamiento era de centro izquierda. Como todos los políticos son, en mayor o menor grado, pensadores mágicos4, usted entenderá que no sería consecuente que hoy por hoy me calificara en alguna tendencia política. Pero creo que es importante advertirlo para detectar cualquier sesgo de esas ideas en este análisis, aunque creo que por las conclusiones u observaciones que usted leerá a continuación, coincidirá conmigo en que esa formación política no tuvo mayor influencia.

El hecho a analizar es el 11 de septiembre de 1973.

Chile vivió una conmoción política y social a principios de los años 70 del siglo pasado, un quiebre que rompió varios de nuestros paradigmas de convivencia y respeto humano. Esa sociedad tranquila, afable, solidaria, como nosotros pensábamos que era nuestro país, de la noche a la mañana se hizo añicos y fuimos testigos de actos de locura y barbarie propia de otras épocas o de otro tipo de civilizaciones. Los crímenes, los odios, los revanchismos que surgieron a propósito de ese período deben llevarnos a reflexionar con mayor seriedad aún respecto de las tesis expuestas en este ensayo.

Esta tragedia empieza en los años sesenta, cuando ya la Segunda Guerra Mundial era un recuerdo y se plantea un nuevo escenario de conflicto internacional merced a la implantación en parte del mundo de un nuevo pensamiento mágico: el marxismo- leninismo. Esta doctrina chocó con los pensamientos mágicos en boga en nuestra sociedad, especialmente, los religiosos cristianos y los supuestamente libertarios emanados de una sociedad que, por resultar victoriosa y más adelantada tecnológicamente después de la Segunda Guerra Mundial, se sentía con un rol de protector de la libertad humana y de la democracia occidental.

Por esta razón, se inicia un proceso denominado “guerra fría” en virtud del cual se enfrentan dos concepciones del mundo mediante un juego de ajedrez bélico no declarado, pero que se traducía en influencias directas o indirectas en determinados países destinadas a introducir el pensamiento mágico marxista patrocinado por la ex URSS y en contra de las defensas del statu quo capitalista liderado por Estados Unidos.

De esta rivalidad ni siquiera se salvó la ciencia. La carrera espacial fue un escenario más del enfrentamiento entre estas dos visiones. Si algo bueno podemos obtener de este desagradable período de la historia, fue que la competencia llevó a ambos países en prodigarse por sus logros. Tal vez, muchos éxitos espaciales, como el vuelo de Gagarin, o el descenso en la Luna, no se hubieren conseguido tan rápidamente sin esa motivación adicional.

Producto de esta situación de beligerancia no declarada, se producen, entre otros, los conflictos de Camboya, Vietnam y Cuba. El grito del manifiesto comunista “¡Proletarios del mundo, uníos!”, prendió como fuego en un pastizal de verano y se extendió en América Latina bajo la palabra “revolución”.

Iniciaremos este curioso análisis político-histórico desde el punto de vista de la Teoría de los Memes5. El meme de la revolución socialista marxista fue un muy buen meme. Tuvo la aptitud de extenderse rápidamente y parasitar las conciencias de las juventudes de los 60, reforzándose con otros memes de distinta naturaleza, pero de igual objetivo, como fue la revuelta contra los sistemas educativos a partir de la crisis de las universidades en Francia y la revolución de las flores o movimiento hippie.

Considere estos dos slogans meméticos de la época:

  • “No sé lo que quiero, pero lo quiero ahora”
  • “Seamos realistas, pidamos lo imposible”

¿Por qué el meme de la revolución fue tan exitoso? Porque impactó en elementos sensibles del complejo-Ry del sistema límbico7 de una gran cantidad de personas, sobre todos jóvenes, más abiertos a ese tipo de fecundación memética. En primer lugar, desde el punto de vista del complejo-R, la revolución es una lucha por la jerarquía. La historia nos demuestra que lo que consiguen las revoluciones, cuando son exitosas, es reemplazar una jerarquía por otra; la monarquía rusa por el soviet supremo; la dictadura de Batista por la de Castro. El ideal de una sociedad igualitaria es un mito tan utópico como las sociedades absolutamente libertarias o democráticas.

Esta última afirmación tiene base incluso en la taxonomía zoológica. Nosotros pertenecemos al Reino Animal; al filum de los Vertebrados, a la Clase de los Mamíferos y al Orden de los Primates. Como buenos primates, al igual que en las sociedades de chimpancés, gorilas y papiones, la jerarquía es un componente esencial de nuestra organización grupal. Hasta en un club de barrio, grupo Scout o Junta de Vecinos, siempre toda organización supone la creación de jerarquías: Presidente, Secretario, Tesorero, etc., y de una u otra manera, tales individuos electos adquieren un poder sobre la asamblea. Entonces, es imposible imaginar una organización que funcione sin jerarquías. Para ello, tendría que producirse un cambio muy profundo en nuestros atavismos primates y una predominancia del neocórtex impensada aún en la inmensa mayoría de la humanidad.

Además, la revolución afecta el sentido de manada. La manada se distingue de otra, fundamentalmente, por los territorios que ocupan. Cuando Marx sostiene, con razón, que mucho más tienen en común los pobres de países culturalmente muy distintos, que esos mismos pobres en relación a las clases dominantes de sus mismos países, se genera una diferenciación dentro de una misma manada territorial.

Esto se expresa a nivel humano en que, por ejemplo, un proletario chileno o peruano son parte de una misma clase social y su enemigo es la clase dominante de cada uno de sus países.

Ahora, desde la perspectiva del Cerebro Trino9, deseo plantear la siguiente hipótesis:

Para que un proceso revolucionario prenda y sea eficaz en su difusión memética, no basta una buena idea a nivel de neocórtex. Esta, además, debe impactar fibras sensibles de los cerebros arcaicos para que se pueda traducir en acciones concretas.

Marx y Engels eran filósofos y pensadores, y sus ideas se transformaron en poderosos memes en la medida que supieron replicarse de cerebro en cerebro y generar actividad humana producto del impulso que generaron en los cerebros arcaicos.

Desde el punto de vista de los partidarios de la revolución, los memes revolucionarios generan estímulos de impulsos de vida. Desde el punto de vista de los reaccionarios al proceso, generan estímulos de peligro de muerte. Semejante contradicción no puede desembocar en nada bueno o pacífico. Esta afirmación no es política, social ni cultural; es mucho más profunda: es biológica y, si se quiere, genética.

Pero hubo un líder político que creyó que esto era posible y trato de hacer una revolución en libertad, sin sospechar que semejante planteamiento no solo impactaría los neocórtex de los habitantes de un país, sino que generaría un despertar de los cerebros reptiles y mamíferos, con consecuencias nunca vistas en una sociedad que se calificaba de democrática, civilizada y moderna. Cuando Salvador Allende asume el poder, precedido de toda una parafernalia revolucionaria, más propagandística que real, generó una gran inquietud en los otros dos tercios de la política chilena, el centro cristiano y la derecha conservadora y liberal. Esta inquietud o preocupación, apenas iniciado el gobierno, derivó en las críticas más acerbas, e inclusive en intentos inmediatos de subversión de ciertos grupos ultras, cuyo generador común era el miedo. Ya hemos visto que la madre de las emociones negativas es el miedo10. Mientras más fuerte es su presencia, más desciende el razonamiento crítico.
Hemos señalado antes que el pensamiento ideológico es una de las formas camufladas del pensamiento mágico.

Cuando en una sociedad se enfrentan pensamientos mágicos contrarios, que llevan envueltos estímulos opuestos de vida o muerte, es imposible que la razón pueda imponerse. Cada vez más, las reacciones y actitudes de los líderes y sus seguidores, van tornando desde pensamientos racionales a actitudes irracionales, propias de primates territoriales, lobos o cocodrilos y no de seres humanos.

El boicot de Estados Unidos, la oposición patronal, la subversión de los gremios de clase, el acaparamiento de los productores, etc., son todas explicaciones que se dan del desbarajuste económico y social de la Unidad Popular (la coalición que gobernó con el Presidente Allende). Sin embargo, al aplicar el análisis de los elementos del cerebro trino, concluimos que esos fueron más bien efectos de una única causa: el miedo. Y sabemos, de acuerdo al complejo-R, que este se combate sólo de dos formas, mediante la agresión o la huida.

Si la Unidad Popular hubiera podido evitar el despertar del miedo en los otros sectores políticos del país, tal vez hubiese terminado su gobierno sin mayores sobresaltos, pero la pasión de sus seguidores y de algunos movimientos revolucionarios no comprometidos directamente con el Gobierno, como el VOP (Vanguardia Organizada del Pueblo) o el MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria), estaban transformando a Chile en una bomba de tiempo.

Uno de los principales detonantes de esta bomba, fue el ataque al derecho de propiedad.

Si tal vez los ideólogos de la Unidad Popular hubiesen conocido la escala de valores de los reptiles o los mamíferos, habrían obrado con más cautela: atacar la propiedad es un ataque directo a la vida11. Cuando a un terrateniente le expropiaban un fundo, no le quitaban simplemente un pedazo de tierra que visitaba dos veces al año y que de vez en cuando le daba algunas ganancias, estaban atacando su vida y la de su prole.

El segundo detonante sensible fue trasladar el concepto de manada territorial al de manada clase social. Si bien esa acción sirvió para aglutinar la suficiente masa de votantes de la clase trabajadora como para ganar la Presidencia, generó dos efectos perjudiciales: dividió la manada chilena en dos grupos opuestos y, a la larga, irreconciliables, y causó el despertar de aquel sector social que representa el sentido territorial del complejo reptil por excelencia: las Fuerzas Armadas. La división de la manada chilena en dos grupos, con fuerte apoyo internacional, más el apoyo simbólico de la revolución trasnacional que se importaba de Cuba y la URSS, generó la reacción de la actitud primate territorial, que es la regla fundamental de los ejércitos nacionales: la defensa de la patria y la soberanía.

Un tercer elemento, de carácter más cultural, fue el hecho de que estas doctrinas eran filosóficamente ateas. Si bien no se enfrentaron abiertamente con la Iglesia, para la clase alta y la clase militar chilena, ambas de fuerte raigambre católica, esto fue interpretado como un ataque a otra garantía de (sobre-)vida: la religión. Esta garantía de vida es doblemente poderosa, porque no sólo atenta contra la persona creyente, sino que genera una grave preocupación respecto de sus descendientes en el sentido que éstos se vean privados a la fuerza, en un proceso de reforma educacional y cultural revolucionaria, del conocimiento de las verdades divinas que posibiliten el acceso a la vida eterna (como se temió del proyecto ENU, Escuela Nacional Unificada).

Luego, el proceso de la Unidad Popular atacó el instinto de vida territorial, el de jerarquía, el de manada, al pensamiento mágico religioso, a las reglas de estatus primate y dividió a una mega tribu territorial en dos facciones. Algunos optaron por la huida (y retiraron todos los bienes y dinero que pudieron) y partieron a otros países. Otros, la gran mayoría, optaron por enfrentar mediante la agresión lo que veían como un estímulo de muerte.

Cuando se rasca con la uña la delgada capa de racionalidad de la cual tanto nos ufanamos como especie, surgen instintos agresivos dignos de las fieras o los más fríos reptiles, con el agravante de que, al ser los humanos criaturas no instintivas, estos actos de agresión no están regulados ni limitados por un código natural y su expresión puede llevar a actos de barbarie que harían enrojecer de vergüenza a un tiburón o un tiranosaurio rex.

Me pregunto si el Presidente Salvador Allende, al menos a nivel intuitivo, se percató de esto en algún momento. Tengo la intuición de que advirtió tempranamente que su ideal de revolución en libertad era un imposible. Tal vez, lo achacó a la subversión de las clases dominantes o el apoyo de Estados Unidos, o tal vez, en el fondo, se dio cuenta de que un proceso revolucionario en una sociedad conservadora y estratificada como la chilena, era una quimera. No solo tenía que luchar con la oposición de los grupos de poder y políticos rivales, sino que contener a sus afiebrados seguidores que se hacían preguntas tan cautas en periódicos y pasquines de amplia difusión, como si acaso “era mejor el voto o el fusil”, para dirimir el proceso revolucionario. Ambos grupos intuían que la solución al conflicto la darían las Fuerzas Armadas. Allende intentó mantener la unidad nacional introduciendo Generales a su Gabinete. Mientras tanto, los grupos de derecha seducían a otros Generales para que derrocaran al gobierno.

Políticos connotados de izquierda de la época me han confesado que la única opción militar de la Unidad Popular era lograr dividir al Ejército, ya que su capacidad bélica era ridícula comparada con las Fuerzas Armadas. Y pensaban que esa situación se produciría a la postre, porque el ejército chileno era constitucionalista y defendería al Presidente elegido democráticamente.

El error de lectura que hicieron radica en que los estímulos de peligro de muerte que detonaron y que ya enumeramos, impactaron especialmente a estas estructuras militares, las cuales son los estamentos más sensibles a la defensa de la patria (estatus reptiliano de territorio), las tradiciones religiosas y los estatus de clase (jerarquías alfa de los mamíferos). La opción que finalmente tomaron, desde el punto de vista de este análisis, era absolutamente previsible. Finalmente, en medio del caos social, el desabastecimiento, los enfrentamientos de grupos paramilitares, los llamados a la cordura de la Iglesia, los llamados a las armas de distintos tipos y el decaimiento del Estado de Derecho, llegamos al día 11 de septiembre de 1973.

El suicidio de Allende

Recuerdo que en mi época de universitario, todavía bajo la dictadura de Augusto Pinochet, muchas situaciones se consideraban mitos urbanos y ante la censura política era difícil saber qué era verdad y mentira en nuestra reciente historia. Algunos amigos socialistas y comunistas sostenían que Allende no se había suicidado sino que lo habían matado, ya que se habría defendido hasta el final. Sin embargo, cuando escuché su famoso discurso final, me quedó claro que se había suicidado. Analicen estos extraordinarios párrafos de sus últimas palabras:

“Ante estos hechos, sólo me cabe decirle a los trabajadores: ¡Yo no voy a renunciar! Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo. Y les digo que tengo la certeza de que la semilla que entregáramos a la conciencia digna de miles y miles de chilenos, no podrá ser segada definitivamente.”

“Seguramente Radio Magallanes será acallada y el metal tranquilo de mi voz no llegará a ustedes. No importa, lo seguirán oyendo. Siempre estaré junto a ustedes. Por lo menos, mi recuerdo será el de un hombre digno que fue leal a la lealtad de los trabajadores.”

“Trabajadores de mi patria: Tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo, donde la traición pretende imponerse. Sigan ustedes, sabiendo que mucho más temprano que tarde, de nuevo, abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor. ¡Viva Chile! ¡Viva el pueblo! ¡Vivan los trabajadores! Estas son mis últimas palabras y tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano. Tengo la certeza de que, por lo menos, habrá una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición”.12

Ese impactante discurso, que hace tragar saliva al derechista más pintado, es un testamento político; es una despedida y una arenga, similar a la de Prat, con la diferencia que Allende no planteó su muerte como posibilidad, sino que derechamente la anunció.

¿Qué llevó a Salvador Allende a tomar una decisión tan drástica?

Revisando nuestras categorías de suicidio, podríamos decir que concurre el suicidio por frustración, ante el derrumbamiento de la obra y el sueño de su vida, pero a mi juicio, el que es más preciso, en su caso, es el suicidio trascendente.

Allende se percató, como nadie, de que su proyecto había desatado tantas pasiones encontradas que la única forma de salvar para el futuro su propuesta (justicia social y un mundo mejor para las clases postergadas) era mediante un acto de sacrificio.

Todas las personas que hemos sido criados en la cultura judeo-cristiana occidental tenemos un paradigma marcado a fuego: el paradigma del sacrificio de Cristo. Da lo mismo si Allende era masón. Como todo occidental, estaba influido por el paradigma cristiano. Además los chilenos, particularmente, tienen ese paradigma muy reforzado. Somos un país que tiene la propensión a recordar a sus mártires. Prat, los Jóvenes de la Concepción, José Miguel Carrera, Caupolicán y especialmente, el Presidente José Manuel Balmaceda, otro Presidente visionario que se suicidó (del cual Allende se declaraba admirador). Para algunos, Allende era un megalómano. Pienso que más justicia le hace decir que era un individuo con un fuerte sentido de trascendencia.

Se dice que frecuentemente bromeaba con sus amigos y les decía: “toca aquí, señalando su antebrazo, esta es carne de estatua”.

A veces me pregunto: ¿que habrá pensado en ese terrible momento? En ocasiones, me lo imagino sitiado en el Palacio de La Moneda; con aviones bombardeando (en forma bélicamente innecesaria, pero sicológicamente aplastante para cualquier intento de resistencia); sofocado por el humo y ensordecido por las ráfagas de uno y otro lado; de pie, en medio de su Gabinete Presidencial, símbolo de una tradición republicana y democrática y con una metralleta en sus manos obsequiada por un revolucionario armado. Una escena simbólica que implica toda la contradicción envuelta en su régimen.

Tal vez comprendió que había sido una suerte de taumaturgo ingenuo y audaz, que había ejecutado actos rituales desafiantes y despertado a los demonios dormidos que reposan en el interior del cerebro del homo sapiens chilensis. Demonios tan contrarios a nuestra supuesta naturaleza humana, que nos hacen ser indiferentes a la masacre, la tortura y la muerte de compatriotas, si es que eso permite salvar nuestros bienes o nuestro territorio exclusivo. Tal vez pensó en lo que profetizaba Hobbes: que a un hombre le es indiferente la muerte de miles de seres humanos que ocurra en otra parte, si él, de alguna manera, no se ve afectado. Y más indiferente le es si, gracias a ello, salva sus bienes y los de su clan.

Allende, finalmente, comprendió que la única forma de contener la furia desatada por los defensores del estatus primate, vueltos locos de ira y miedo, era con un estímulo emocional simbólico de igual fuerza: su muerte. Si bien, no fue suficiente para combatir la furia surgida de nuestros impulsos más oscuros, que se tradujo en asesinatos, torturas y desaparecidos, al menos lo catapultó como un ejemplo individual, un mártir de la humanidad y, al igual que muchos suicidas sacrificiales, su influencia verdadera empezó a partir de su muerte.

El fracaso de la Unidad Popular es el fracaso de todos. Es el fracaso del neocórtex por tratar de construir una alternativa distinta a las jerarquías alfa de los primates, de las manadas mamíferas o de los solitarios y oscuros impulsos agresivos reptiles. Pero, asimismo, es una severa lección para aquellos que pretenden transformar las sociedades o superar conflictos mediante la imposición irreflexiva, utilizando las mismas nefastas herramientas del sistema límbico y el Complejo-R.

 Siempre que se inicie un proceso de cambio social profundo hay que tener presente que no solo se tiene que convencer a seres humanos, sino que evitar el despertar de los mandriles, lobos, pirañas y serpientes que conviven con ellos, agazapados en sus cerebros arcaicos, los que creen que sus inconscientes actos salvan la vida cuando, a la larga, terminan generando hecatombes enormes.

“Permítaseme señalar en un tono menos optimista que los principales procesos de la evolución cultural no atestiguan la capacidad de nuestra especie para ejercer un control consciente e inteligente sobre el destino del hombre. Es este un hecho paradójico, teniendo en cuenta que somos los únicos organismos con cerebros dotados de una «mente» que tiene conciencia de procesar información, tomar decisiones, planificar el comportamiento y del esfuerzo intencionado por alcanzar metas futuras. Así, siempre ha parecido evidente que el cambio cultural es un proceso que el hombre controla conscientemente al tomar decisiones cuando se enfrenta a objetivos alternativos. Pero mirando hacia atrás, viendo que las decisiones tomadas por nuestros predecesores y los cambios que tales decisiones provocaron, se aprecia que hubo una disyunción entre ambos y que todos los pasos importantes en la evolución cultural tuvieron lugar sin que nadie comprendiera conscientemente lo que estaba pasando”.13

En estos tecnológicos tiempos, con armamento tan letal, el despertar a los demonios antiguos que duermen en las capas inferiores de nuestro cerebro no sólo puede desatar crisis sociales espantosas sino que, además, puede significar la destrucción de todo este experimento natural extraordinario, único en la evolución, llamado ser Humano.

Notas

  1. Metáfora de una civilización ideal donde las pasiones son controladas por la razón.
  2. Capítulos relativos a los valores, de acuerdo a nuestra estructura tricerebral.
  3. Pensamiento racional, pero considerando que nuestra razón se ve afectada por nuestro cerebro emocional e instintivo.
  4. Pensamiento emocional que genera concepciones del universo y del hombre utópicas y que no se deducen de la razón crítica, sino que, cuando más, son racionalizadas. Ej. Religión, New Age, fanatismo de cualquier tipo.
  5. Teoría que sostiene que las ideas se propagan como los virus, replicándose de cerebro en cerebro, propuesta por el biólogo etólogo Richard Dawkins.
  6. Estructura cerebral humana más arcaica, netamente instintiva, asimilada a los reptiles, de allí la letra R (Reptil).
  7. Estructura cerebral humana arcaica que poseemos en común con los mamíferos. Es el asiento de las emociones.
  8. Estructura cerebral superior y más reciente evolutivamente hablando. Es la que nos identifica como seres humanos y el asiento de la razón.
  9. Teoría neuro evolutiva que sostiene que nuestro cerebro es producto de una evolución por capas, por lo que presenta componente reptilianos, mamíferos y propiamente humanos.
  10. El odio, es sólo una manifestación secundaria de la emoción negativa primordial: el miedo a la muerte.
  11. Para un mamífero territorial, la invasión de grupos rivales a su territorio es un ataque directo a sus posibilidades de subsistencia.
  12. Pasajes del último discurso del Presidente Salvador Allende, trasmitido en directo desde el Palacio de la Moneda por Radio Magallanes. 11 de Septiembre de 1973.
  13. Harris, Marvin Nuestra Especie, Alianza Editorial, Madrid, España, 1995, pág. 511.