Houdini, ilusionista y escéptico

por | 31 octubre, 2012
Harry Houdini en 1899
(Imagen: Wikipedia)

Hoy se cumplen 86 años del fallecimiento de Harry Houdini, muchas veces señalado como el mago más famoso de todos los tiempos, reconocido por sus trucos de ilusionismo y escapismo que personalmente me cautivan, ya que me declaro un gran admirador de la magia (la honesta, claro está ☺).

Gracias a un amigo que me dio el enlace a un documental (citado al final) es que me motivé a escribir este artìculo, que si bien no pretende ser una biografía como tal, consideré importante resaltar su persona al abordar no sólo sus trucos, sino también su faceta escéptica, menos conocida pero de suma relevancia, pues podemos decir que sienta un valioso precedente en la refutación de pseudociencias, particularmente la relacionada con espiritistas a quienes Houdini se encargó de exponer y desenmascarar.

Partamos diciendo que Houdini (cuyo nombre real fue Erik Weisz) nació el 24 de marzo de 1874 en Budapest (Hungría), emigrando a Estados Unidos junto a su familia, en 1878 (y de paso obligándole a cambiar su nombre por Ehrich Weiss). Comenzaría su recorrido artístico a los 9 años, no como mago, sino contorsionista y trapecista, siendo sus habilidades atléticas sin duda las bases para sus futuros escapes imposibles. A los 13, sin embargo, su creciente interés por la magia lo llevó a acumular libros sobre historia de la magia, que concebía como un espectáculo. Fue plenamente conciente de impacto en el público, que para principios del siglo XIX ya le entregaba un amplio reconocimiento e incluso asociaba poseer poderes sobrenaturales. Sin embargo, lejos de alimentar tales fantasías de su audiencia, se caracterizaba por explicar sus trucos y nunca atribuirles un origen mágico o sobrenatural, en una época donde muchos personajes explotaron este tipo de engaño, ante una sociedad con escaso o nulo entrenamiento en escepticismo y pensamiento crítico.

Houdini fue siempre muy preocupado de resaltar su imagen publicitaria, a través de los medios disponibles en su época, incluyendo su aparición como actor en algunas películas. Sus actos de escapismo solía realizarlos ante la mirada de miles de personas, muchas veces situándose en lugares al aire libre. Aquellas presentaciones siempre tenían un significado especial para Houdini, desconocido entre sus fans: la importancia de que su madre lo viera actuar, debido al gran apego que sentía hacia ella.

Precisamente, la seguidilla de éxitos cosechados (tanto en Europa como Estados Unidos) y su imparable ascenso artístico, sólo se vio interrumpido por un suceso que lo marcaría profundamente: la muerte de su madre. Tal desolación se vio reflejada en las frecuentes visitas a su tumba, de la cual solía abrazarse por largo tiempo.

Este deceso vino a darle a Houdini diversos motivos para ser en adelante un azote para espiritistas, médiums y otros charlatanes. En una época donde conceptos como la electricidad, el magnetismo y otros avances científicos aún no eran del todo comprendidos, el gran público se sorprendía por todo aquello que parecía estar más allá del plano terrenal, concediendo crédito a diversos otros “artistas” que hacían negocio “contactando” a familiares fallecidos del público.

En este contexto Houdini se sintió especialmente irritado y decepcionado, cuando una médium quiso contactar al espíritu de su difunta madre. La espiritista dijo haber transcrito un “mensaje” de la mujer, afirmación pronto derrumbada por Houdini, ya que el mensaje estaba escrito en inglés (la madre de Houdini sólo hablaba húngaro) y venia encabezado por una cruz (aunque toda su familia era judía). Desde este momento, el escrutinio del mejor ilusionista de su tiempo estaría al servicio de desbancar a diversos charlatanes, situación que incluso provocaría el quiebre de su amistad con el creador de Sherlock Holmes, Sir Arthur Conan Doyle, quien creía fervientemente en sucesos sobrenaturales y aseguraba que Houdini, de hecho, poseía poderes y era un poderoso médium, que sólo buscaba bloquear a otros médiums a través de sus “refutaciones”.

Pero la cruzada de Houdini no quedo allí. En la década de los ’20, su entrenamiento le permitió dedicarse al tema no sólo exponiendo fraudes: formó parte de un comité de la revista Scientific American que ofrecía un premio en dinero a quien demostrara habilidades sobrenaturales (cuyo premio quedó desierto, claro está); en 1924 publicó A Magician among the Spirits (“Un mago entre los espíritus”), exponiendo los montajes y técnicas usadas en escritura por espíritus, manifestaciones de fantasmas y levitación, entre otros; en 1926, testificó contra el espiritismo ante la Cámara de Representantes del Congreso; y para todos los charlatanes que querían verlo muerto, el mago les tenía preparado un último troleo, generalmente llamado el “Código Houdini”.

A este respecto, digamos que la muerte de Houdini ocurrió en circunstancias particulares. Altamente entrenado en resistencia física, aceptó el desafío de un estudiante universitario de dejarse golpear en el abdomen. El apéndice aparentemente inflamado de Houdini, se habría agravado a una peritonitis a causa del (o los) golpe(s), que si bien Houdini resistió en primera instancia, lentamente lo llevaron a una agonía que terminó con su deceso la madrugada del 31 de octubre de 1926, un día que paradójicamente se asocia a fantasmas, brujas y misterio, por cortesía celta y posterior parafernalia gringa.

Pues bien, el último truco/troleo del mago, que comenzaba a partir de este Halloween, consistió en un código secreto que en vida sólo compartió con su esposa, Wilhelmina Beatrice Rahner, “Bess”, con el objetivo que si un médium intentaba contactarlo ya defunto, él le daría las palabras del código para verificar la autenticidad del contacto. Sin embargo, y luego que Bess tuvo propuestas de médiums para contactar a su ahora fallecido esposo, ninguno tuvo éxito comprobado en decodificarlo, ni siquiera un tal Arthur Ford que afirmó tal hazaña. Bess, por otra parte, en 1936 concedió una última sesión de espiritismo, que al finalizar sin éxito, le llevó a apagar la vela que simbólicamente habría tenido encendida los últimos 10 años, junto a una foto del mago a quien por fin le decía adiós.

Hoy en día se considera al Asombroso James Randi el heredero natural de Houdini, por razones obvias; si bien Randi ha expresado que la efectividad como desmitificador del fallecido ilusionista no fue tan sólida (se limitó sólo a replicar trucos de charlatanes para demostrar su naturaleza terrenal), igualmente le ha dedicado un importante espacio en su libro Houdini, His Life and Art (“Houdini, Su Vida y Arte”), así como existen varias otras obras inspiradas en su trabajo.

Aunque osados fanáticos aún celebren sesiones de espiritismo cada 31 de octubre para contactarlo, y circule el rumor que el ilusionista fue un espía de Scotland Yard asesinado por espiritistas, lo cierto es que estamos ante un personaje que sentó precedente en la desmitificación, ya que siendo el ilusionismo el arte de engañar, sus exponentes son una voz más que autorizada para detectar engaños malintencionados, diferenciándose claramente de un charlatán. Parafraseando al conocido escéptico Luis Antonio Gámez, está más que claro que “la diferencia entre un ilusionista y un “dotado” es que el segundo dice que no usa trucos”.

Para finalizar, un excelente documental sobre la vida y obra del Gran Harry:

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