Hace algunas semanas en Santiago se realizó la marcha por la igualdad, organizada por grupos pro-matrimonio homosexual que plantean que todas las personas deben tener derecho a formar una familia y a contraer matrimonio (con todos los derechos asociados) independientemente de su orientación sexual. A esta marcha se adhirieron muchas instituciones y grupos, incluida la AECH.
El sábado 30 de julio habrá una contra-manifestación organizada por el grupo «pro-familia» TransformaChile, denominada «Marcha por los valores y la familia» que promueve impedir que la definición de matrimonio (y por ende, de familia) pueda cambiar: para ellos la familia es el producto del matrimonio de un hombre con una mujer, y cualquier otra posibilidad tiene que caer fuera, debe ser prohibida.
¿Es válida la posición de los grupos llamados pro-familia? Es discutible: desde un punto de vista escéptico basado en pruebas y evidencia, no hay argumentos racionales o científicos que justifiquen el oponerse a tales uniones.
Por ejemplo cuando se argumenta que una familia constituida por personas del mismo sexo podrían tener efectos nocivos sobre la crianza de niños, al someterlo a estudios la evidencia indica lo contrario. De hecho, si fuera invariable que la orientación sexual de los padres define la orientación sexual de los hijos, en la práctica no deberían haber hijos o hijas homosexuales de padres heterosexuales, pero la realidad no muestra eso.
Pero aunque haya discrepancias de puntos de vista y argumentos con los grupos pro-familia, en estricto rigor ellos tienen todo el derecho de marchar y manifestar su punto de vista y opiniones, al igual que cualquier persona, ya sea en pro o en contra de cualquier idea.
La máxima de la libertar de manifestar la opinión de todos debiera ser la emitida por Voltaire:
“No comparto tus ideas, pero daría mi vida por defender tu derecho a expresarlas”
Pero todos los derechos tienen límites: Cualquiera puede opinar y tener un punto de vista de lo que sea, pero eso no da derecho a imponer la visión propia al resto aun si es que comparte tal punto de vista.
Y cuando se habla de libertad de expresión ¿Debe apoyarse la libertad de expresión a quienes promueven odio hacia quien piensa diferente? ¿O la de quienes promueven limitar los derechos de otros contra su voluntad?. Esta problemática ocurre cuando elementos de un grupo toman posturas extremas que llegan a promover videos o mensajes directamente discriminatorios contra quienes piensan diferente a ellos, como ocurrió con ciertas personas que apoyan la marcha de este sábado, sin perjuicio de que eso no represente la forma de pensar de todos quienes apoyan esa marcha.
Es por eso que cuando desde las opiniones y posturas respetables como la marcha que se llama para este sábado, se pasa a difundir ideas «fóbicas» (homofóbicas, xenofóbicas, etc.) o directamente intolerancia (religiosa, social, cultural, étnica, etc.), se llega a un área gris donde ya no es claro que se pueda decir que tales ideas sean «respetables».
Estamos en una sociedad donde el respeto por las libertades y opiniones ajenas debe ser la regla, aunque cada parte pueda argumentar y contra-argumentar acerca de la validez de los argumentos propios y ajenos.
La racionalidad y el debate racional debieran ser la regla. Lo que no debe ocurrir es que una parte de la sociedad imponga sus ideas, principios y valores al resto contra su voluntad.
Un sólo ejemplo ahora casi histórico: en Chile la ley de divorcio fue discutida y combatida a ultranza por grupos similares (si es que no los mismos), y probablemente con argumentos también similares. Sus opositores anunciaban que de aprobarse la ley de divorcio, la familia en Chile desaparecería como institución…
Hoy la realidad muestra que quienes postulaban el fin de las familias por la ley de divorcio estaban equivocados. Las familias se siguen formando y no hay tal desintegración apocalíptica que tales grupos profetizaban.
Pero algo que se pasa por alto es que quienes por diversos motivos (religiosos o sociales) no creen en el divorcio como una alternativa tienen el derecho a optar por mantener su matrimonio sin importar las condiciones de la relación, y tienen toda la libertad para hacerlo, ya sea de mutuo propio o porque su convicción religiosa así se los indica. Pero eso no da pie para que un grupo (sin importar si es mayoritario o minoritario) pueda imponer que nadie pueda divorciarse, como en su minuto muchos quisieron.
Hoy la discusión es otra, pero la libertad individual de poder elegir y expresarse debe ser la regla, no la excepción.
¿Cuando las ideas sobrepasan el límite de la libertad de expresión y el respeto a las posturas contrarias? ¿Cuál es ese límite?