Desde que me uní a la AECH a fines del año pasado, siempre me han preguntado, “¿por qué estás en un grupo escéptico? ¿No te parece absurdo que se junten a hablar sobre cómo no creen en nada?”. No hacemos eso, pero la pregunta se repite harto y creí que es importante responderla. ¿Por qué somos miembros de esta organización?
No puedo responder por nadie más que yo mismo, por lo que les cuento una historia para ilustrar mis razones, comenzando cuando estaba en séptimo básico… tiempos muy simples y, al mismo tiempo, difíciles. No es fácil ser un brasilero recién llegado en un curso donde el bullying era pan de cada día.
Preguntas, preguntas y más preguntas
En ese tiempo sin amigos, tenía bastante tiempo para pensar. Pensaba mucho en cómo Seya y los Caballeros de Zodíaco lograban derrotar a los caballeros dorados o como los X-Men lograrían derrotar a Magneto una vez más. Entre tanta fantasía, acabé con la ficción un poco más “creíble”. Me puse a pensar en religión.
Toda esta conversa de resurrección, milagros y cosas similares me sonaban mucho a súper héroe. ¡Bacán! Jesús era un súper héroe. Pero iba más allá. Cuando descubrí que existían esos judíos extraños, esos bárbaros musulmanes y esos elevados budistas, me puse a pensar en por qué ellos creían lo que creían.
Nací en Brasil, un país muy católico y luego me cambié a Chile, donde la situación no era distinta. Estudié en colegios católicos toda la vida y, por lo tanto, era católico. ¿Tenía opción? En ese momento, me surgió la duda: “Si hubiera nacido en el Medio Oriente, ¿sería hoy un musulmán?” La respuesta era una sola: “Sí”. Un tema cultural y de tradición, se podría decir.
Pero la religión habla de cosas trascendentales, que afectan a todo el universo, mucho más allá de tu pequeña tribu y sus costumbres. No podía creer en algo sólo porque había nacido en un país determinado. No era algo como decir “me gusta Soda Estereo porque soy argentino”. Era importante saber por qué creía en esto.
Entonces, al contrario de mis demás compañeros, aproveché las clases de religión para algo: preguntar. ¿Por qué Jesús no destacaba lo importante que era cuidar la ecología? ¿Por qué jamás criticó la esclavitud? Cosas por el estilo, que yo encontraba interesantes en aquél entonces. No recuerdo las respuestas de la profesora, pero sí recuerdo que eran pobres y nada satisfactorias. Eso aumentó aun más mis dudas al respecto.
Para acortar el cuento, terminé por dudar tanto que llegué a conclusión – solito, sin la ayuda de nadie, más allá de mi mediocre profesora de religión – de que la doctrina de la iglesia no tenía el menor sentido y que era, muy probablemente, una exageración de la verdadera vida de Jesús.
Ese fue el comienzo de mi camino hacia el escepticismo, ya que, como muchos, de lo primero que dudé de verdad fue de la religión. Es lo más obvio, en mi opinión.
Escepticismo estancado
Pasé años sin avanzar mucho en ese aspecto. Creí, por mucho tiempo, en los OVNIs, pero me di cuenta de lo absurdo que resultaban – de nuevo, solito. Pero seguía creyendo en conspiraciones diversas, creía en una entidad exterior y superior a nosotros (en Dios, podríamos decir), en algunas medicinas no tradicionales, karma y otras leseras más.
No fue hasta hace tan sólo algunos años atrás (después que salí de la universidad) que empecé a preguntarme un poco más sobre las cosas en las que creía. Me puse un poco más filosófico y decidí averiguar un poco más. Me sorprendí al encontrar grupos ateos y escépticos. No sabía que existían y, en una primera instancia, los encontré tontos y sin sentido.
“Si ya llegaron a la conclusión de que Dios no existe, ¿para qué juntarse a hablar sobre una entidad inexistente?”, pensaba. Pero aun así, me atraían. En esa misma época empecé a juntarme con nuevos amigos, quienes también retaban un poco mi visión de mundo.
Seguía creyendo en Dios en aquél entonces, pero ya no con mucha fuerza. Un día, viendo el programa “The Atheist Experience” (programa estadounidense dedicado a la promoción del ateísmo y la separación del estado y la iglesia) escuché una pregunta que cambió mi forma de ver el mundo. Si te interesa el programa y no sabes inglés, puedes hacer click aquí para ver videos subtitulados en YouTube.
En el programa, personas llaman al estudio y hablan en vivo con los presentadores, quienes se dedican a discutir los temas presentados. En una ocasión, un creyente llamó hablando sobre su postura, que era similar a la mía: “creo en Dios, no en Jesús, ni en la iglesia, pero sí que algo nos crió y nos guía” (o algo similar). Una idea políticamente correcta y bien común en nuestra sociedad.
Entonces, el presentador le hace una pregunta simple, pero poderosa: “¿Qué razones tienes tú para creer que ese ser existe? ¿Lo has visto? ¿Hay alguna evidencia empírica de que sea real ¿O crees sólo porque te parece bonito y porque quieres creerlo?”. Me leyó la mente y me expuso ante mí mismo. No me di cuenta en aquél momento, pero mi forma de ver la realidad cambió drásticamente.
Empecé a preguntarme más las cosas, a dudar un poco más, a cuestionar si las cosas que he tomado como ciertas toda la vida son verdaderas o sólo producto de lo que me han dicho. Comencé a buscar otras formas de ver el mundo y conocí a autores como Richard Dawkins, Christopher Hitchens, Sam Harris y al editor de la revista Skeptic, Michael Shermer. Hay muchos otros más, pero no los aburriré con un listado de autores.
Entrando a la AECH
Un día, un amigo me muestra un sitio llamado www.aech.cl, que me llamó mucho la atención. Luego de un mail y algunas reuniones, me uní a las filas de la organización.
Pero una vez adentro de ésta, las mismas preguntas que me hice en un momento, han vuelto para asombrarme: “¿Por qué estás en ese grupo?”, me han preguntado. “¿No crees que es absurdo? ¿No crees que es ridículo?”. Como yo mismo me he preguntado esas preguntas, sé que no es simple de explicar en pocas palabras la razón por la cual estoy aquí.
Grupos escépticos y ateos me han abierto los ojos y me han hecho darme cuenta de que no sólo no hay nada de malo de ser como soy, sino que es bueno que sea como soy. Me han hecho cambiar la forma de pensar; que es importante que lo que crea se base en la realidad y no en lo que suena lindo o en lo que quiero creer.
Algunas cosas las descubrí solas, pero para otras necesité ayuda. No quiero negarle a nadie esa oportunidad, porque es importante que otras personas sepan que existe nuestra visión de mundo. No quiero que personas con potencial se pierdan sólo porque no me atreví hablar o porque no quiero ser ridicularizado. Quiero luchar por lo que creo.
Entonces, díganme ridículo. No es agradable, pero no me voy a disculpar de pensar como pienso. Soy escéptico, miembro de la AECH y jamás me voy a sentir avergonzado de ser como soy. Y no quiero que nadie se sienta de la misma manera…