Desde que fundé esta asociación, con los señores Crystian Sánchez y Fernando Frías, hasta el día de hoy, mi conciencia acerca del cómo percibe la sociedad el escepticismo va en aumento. Y mi decepción también. Cuando creí entender bien lo que significaba ser escéptico —creo haber nacido escéptico pero sólo hace 2 años comprendí lo que significaba serlo— pensé que había descubierto el “arma” definitiva que todo individuo estaría feliz de usar contra todos sus pares o instituciones que provocaban injusticias en la sociedad o, lisa y llanamente, trataban de engañarlo. Porque no hay otro resultado posible: cuestionar, por ejemplo, lo que dice una autoridad, ya sea política, eclesiástica, empresarial o mediática, sólo logrará mejorar lo que ofrece. Pero esto no pasa así. El escepticismo no es popular y, al parecer, tampoco lo será pronto. Y no porque no sea fácil de entender, si no porque no quiere ser entendido.
Tengo muy claro que el escepticismo no se enseña —sería bastante raro que una autoridad enseñase una herramienta que está destinada a cuestionar sus afirmaciones—, pero que tampoco es atrayente: desde hace casi un año que, como asociación, venimos divulgando este concepto en Chile y me parece que el fervor que a provocado ha sido mínimo. Por ejemplo, a pesar de contar con una página web con más de cien mil visitas y de haber aparecido en diversos medios de comunicación durante el año pasado los seguidores de nuestro proyecto son muy pocos, como lo demuestra la última intervención urbana que realizamos (aparentemente, en el mundo, por lo menos de habla hispana, como en Argentina, España y México, las cosas no son muy distintas). Otro ejemplo, es que constantemente estamos recibiendo comentarios desagradables, lo que me demuestra lo incómodo que puede ser el escepticismo. Pero no tengo para qué seguir dando ejemplos, si solo basta con imaginarse a un escéptico extravertido en una reunión social: cuestionándo las creencias de los demás, solicitando evidencias para aceptar una afirmación, etc., es decir, un «mente cerrada», un pesado. Pero, ¿a qué voy con todo esto? A que si están leyendo esto y creen que el escepticismo es una necedad o no los atrae, por favor, lean el siguiente extracto del libro El mundo y sus demonios, de Carl Sagan, y cuestiónense el porqué.
El escepticismo tiene por función ser peligroso. Es un desafío a las instituciones establecidas. Si enseñamos a todo el mundo, incluyendo por ejemplo a los estudiantes de educación secundaria, unos hábitos de pensamiento escéptico, probablemente no limitarán su escepticismo a los ovnis, los anuncios de aspirinas y los profetas canalizados de 35.000 años. Quizá empezarán a hacer preguntas importantes sobre las instituciones económicas, sociales, políticas o religiosas. Quizá desafiarán las opiniones de los que están en el poder. ¿Dónde estaremos entonces?.
¿Es que acaso estas palabras no les transmiten lo importante que es el escepticismo? ¿Acaso no creen que si el escepticismo fuera popular los políticos no se verían obligados a ser mejores? ¿O los que hacen televisión a hacerla mejor? ¿O que la educación tendría que mejorar? ¿O el trabajo? ¿O es que van a aceptar una verdad solo porque lo dice alguien con autoridad? ¿O porque se las fue transmitida por tradición? ¿Es que acaso las palabras de Carl Sagan no los motivan, por último, a investigar lo que significa ser escéptico? En nuestro FAQ es posible hacerse una idea de lo que significa, pero no hay nada mejor que leer a Carl Sagan. Cualquiera de sus obras. En Chile, las librerías casi no venden sus libros, pero internet está lleno de ellos y de obras suyas menos extensas —no por eso menos brillantes—, como su artículo La carga del escepticismo.
El escepticismo es un camino y no se me ocurre una mejor forma comenzar a recorrerlo que leyendo a Carl Sagan… y eso es, definitivamente, comenzar con el pie derecho. Como lo han hecho casi todos, por no decir todos, los que creemos haberlo entendido y sabemos lo importante que ha sido, es y será para la humanidad.
Para finalizar, otra vez Sagan (en mi blog personal, Ser Pensador, tengo una gran cantidad de extractos, de todos los libros que he leído de él, el Divulgador Científico por antonomasia). Ahora, de su libro Contacto:
Por consiguiente, el escepticismo constituye una forma de evitar los errores, o al menos de disminuir las posibilidades de cometerlos. Se ponen a prueba las ideas, se las verifica empleando rigurosos criterios de comprobación. Yo no creo en la existencia de una única verdad, pero cuando se permite la discusión de las distintas opiniones, cuando cualquier escéptico puede practicar un experimento para verificar su teoría allí tiende a surgir la verdad. Esto lo ha experimentado la ciencia en toda su historia. No es un método perfecto, pero sí el único que parece dar resultado.