Escepticismo en Chile: una piedra en el zapato

por | 19 mayo, 2010

Por Diego Zúñiga C.

Les duele, claro que sí. Les molesta, eso es evidente. Aparecemos de la nada a proponer la duda y el cuestionamiento racional ante la palabrería hueca y la evidencia inexistente. Somos escépticos, críticos, racionalistas, y preguntamos ante el flagrante mamotreto incoherente. En Chile marcamos presencia, Como nunca antes.

La pseudociencia y el delirio es una permanente amenaza mediática. En TV tenemos que aguantar propuestas de regresiones hipnóticas a famosos de la farándula -tan autorreferente ella-, extraterrestres por doquier, fantasmas asustando personas y prendiendo fuego en humildes casas, y también conocer el futuro leyendo los restos de té o los granos de café que se esparcen sobre la mesa… Más o menos eso, lo mismo acá y allá.

Sin embargo, no podremos dudar de que el panorama, tiempo atrás, se veía más complicado. Carecíamos de una estructura sólida que nos permitiera refutar tal tipo de dislates y debíamos hundirnos en lo absurdo mordiéndonos la lengua y callando nuestra voz.

Fue el paraíso de ufólogos y cazadores de marcianos, de vendedores de platillos volantes y engañabobos. Hoy sigue siéndolo, por cierto. Pero contamos con un arma que antes no teníamos: La Nave de los Locos, la revista del razonamiento crítico, que hoy por hoy tiene con los pelos de punta a mistificadores varios, en especial a los ufólogos, que es donde hemos centrado nuestra atención (hasta ahora, para prurito de varios).

Poco a poco los mentirosos empiezan a cuidar su lenguaje y ortografía -dentro de sus amplias limitaciones-, a ocupar el «supuestamente» y a delirar más en silencio. Se reúnen «en secreto» -juran que no sabemos- para elaborar estrategias que permitan enfrentar a esa revista que, según ellos, «no existe», pero que les revolotea por la cara como mosca y que no los deja conciliar el sueño en paz.

Los irracionales abogan por la diversidad, pero apenas aparece alguien que cuestiona sus endebles razonamientos, ponen el grito en el cielo y lloran porque «los han atacado personalmente», sin que les quepa en la cabeza que, en el juego del debate y la discusión, existe la posibilidad cierta de no tener razón. Y generalmente ellos no la tienen.

Gimen porque La Nave de los Locos dijo lo que nunca nadie se atrevió a decir, y comenzó a exigir pruebas de todas sus afirmaciones -extravagantes unas, oligofrénicas las más-, impidiéndoles el libre uso de la estulticia y obligándolos a pensar cien veces antes de abrir la boca para escupir idioteces.

El rol del escéptico, en Chile, en España o en Namibia, debe ser siempre el mismo: sembrar la duda en la cabeza de las personas, para que éstas no sean presa fácil de la omnipresente paraciencia. Generando vías de razonamiento crítico estamos, al mismo tiempo, generando una sociedad más abierta al debate, más crítica, una sociedad que no se trague bulo tras bulo en todos los aspectos de la vida.

De esta forma, será mucho más difícil que un político venga a prometernos lo que todos sabemos no podrá cumplir. Un elector escéptico votará por aquél que se muestre más racional en sus propuestas, y no por ése que promete lo inalcanzable.

Sabemos que la tarea que nos hemos impuesto es dura y complicada, pero la única forma de llevarla adelante es uniendo pensamientos que duden de todo. Sólo así lograremos generar un planeta más vivible, con menos de eso que no sólo genera las absurdas diferencias de todo tipo (nacionalismos espurios, guerras carentes de cualquier lógica), sino que también le da el pan de cada día a los abusadores de la credulidad ajena.

Salud y fuerza a “El Escéptico Digital”, que ha abierto sus códigos html para los esforzados y sudorosos redactores de La Nave de los Locos, y muchos años más de vida a este boletín que de tarde en tarde nos entrega información y conocimientos de ese ámbito científico que, pese a quien le pese, es el único que hasta la fecha ha permitido el progreso de la humanidad.

Diego Zúñiga C.
navelocos.blogspot.com

Sobre el artículo
Artículo publicado originalmente en El Escéptico Digital
2002 | ARP – Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico