El escepticismo es uno de esos tipos de ideas que son, por lo general, incomprendidas. Suele imputársele todo tipo de errores y defectos que, la mayoría de las veces, poco o nada tienen que ver con el escepticismo tal como nosotros lo entendemos, promovemos o practicamos en la AECH.
Es el caso de un reciente comentario, publicado por un visitante denominado Pablo, en una antigua entrada de este blog, “Practicas el escepticismo”. Pablo plantea lo siguiente:
“El escepticismo es simplemente una posición dogmática, religiosa en todo sentido, pues para denominarse «científica», sus adeptos deben investigar aquello que defienden como hipótesis nula, es decir, que no hay entes inmateriales, que no hay [sic] extrarrestres visitando la tierra, que no hay abducciones. Si investigan y no hay evidencia que contradiga estos supuestos, sustentan empíricamente su posición. No obstante, tantos éstos escépticos, como la mayoría de los escépticos del mundo, se llenan la boca con cientificismos que no investigan estos temas directamente y ellos, pues mucho menos. Patética realidad que los convierte en algo parecidos a evangélicos, pero de la racionalidad. Son, en suma, evangélicos racionalistas.”
Vaya, Pablo acusa a los escépticos de toda una serie de problemas: ser dogmáticos, patéticos y “cientificistas”. Pero ¿hay razones para considerar que tal es el caso?
En este pequeño artículo “editorial”, analizaré sus puntos y explicaré cuales son los problemas de sus acusaciones. Espero que este ejercicio arroje algo de luz sobre qué es lo que nosotros, en la AECH, entendemos por “escepticismo”.
Partamos primero por la definición de dogma. Un dogma es una idea o creencia que debe ser aceptada sin cuestionar, debe ser “tenida por cierta y como principio innegable”, y tienen un carácter “indiscutible y obligado para los seguidores [de cualquier religión]”. Dicho eso, ¿es el escepticismo “dogmático”? Pero primero que nada ¿qué es el escepticismo?
El escepticismo consiste en no creer o aceptar como ciertas ideas o creencias que no han sido justificadas, demostradas o para las cuales no hay buenos fundamentos. Es no aceptar como cierta cualquier afirmación y cuestionar su veracidad si quien(es) la postula(n) no la respalda(n) con evidencia suficiente para ser aceptada. Por lo tanto, en su propia definición, el escepticismo es la antítesis del pensamiento dogmático.
Segundo, es un serio error creer que son los escépticos quienes «deben investigar aquello que defienden como hipótesis nula». Eso es directamente un error conceptual, y detrás del error está, además, la falacia de la inversión de la carga de prueba, pues contradice por definición lo que significa la «hipótesis nula».
La hipótesis nula es la opinión general aceptada respecto de algo y, por lo tanto, es la idea base que alguien trata de refutar con una hipótesis alternativa cuando postula algo “nuevo” o diferente del conocimiento comprobado y aceptado. Por ejemplo, si alguien tiene una hipótesis nueva respecto del movimiento de la tierra, tendría que contrastar dicha idea contra la “hipótesis nula” de un sistema heliocéntrico basada en la gravedad o curvatura del espacio-tiempo. Por ello siempre la hipótesis nula es lo que se sabe o acepta en consenso como lo correcto, obviamente, por los expertos en el tema (lo siento, terraplanistas).
Por ejemplo, dado que nadie jamás ha demostrado con evidencia suficiente la existencia de «entidades inmateriales», la hipótesis nula es que no hay razones para creer que existen entidades inmateriales. Por ello, si alguien postula que en realidad sí existen entes inmateriales de cualquier naturaleza, es responsabilidad de quien postula tal hipótesis alternativa presentar evidencia suficiente que «derribe» la hipótesis nula y demuestre la veracidad de tal hipótesis alternativa, a saber: que existen entes (especialmente si se los considera seres conscientes) que no dependen de una naturaleza material. O bien que existen extraterrestres que visitan la tierra, que hay abducciones, etc.; en este respecto, el escéptico nada tiene que hacer para «defender la hipótesis nula», o refutar al que propone algo “nuevo”. Todo está en manos de esa persona que propone lo nuevo. Ella debe demostrarlo, asumiendo la carga de prueba.
Problema distinto es que, al revisar la evidencia que presentan los promotores de ideas “novedosas” de corte sobrenatural, sea trivial exponer que tales ideas se caen a pedazos…
La idea de que el escepticismo «debe» defender la hipótesis nula al investigar o buscar evidencia a favor de tal hipótesis es un error. Como escépticos en ocasiones investigamos ciertas afirmaciones «alternativas», y lo que usualmente encontramos es que no tienen bases, son falaces, son incorrectas, son mentiras o engaños y, por lo tanto, tal hipótesis alternativa no tiene sustento en la realidad.
La razón de ‘investigar’ ideas alternativas es para verificar si tienen sustento. Dado que muchas de esas creencias alternativas tienen arrastre y popularidad en la sociedad, si hubiera buenos fundamentos, como escépticos deberíamos aceptarlas. Y para aceptarlas primero debemos revisar tales fundamentos. Es en esta etapa donde normalmente descubrimos que tales ideas no tienen buenos fundamentos, un análisis que exponemos a la sociedad con fines educativos. Sin embargo esta faceta del escepticismo no nos endosa la responsabilidad de «defender» el status quo de la “hipótesis nula”, o que debamos refutar las creencias ajenas. Quien postula la veracidad de algo es quien debe demostrar su veracidad, lo que se llama en lógica el «onus probandi», o carga de prueba. Es importante entender tal concepto si se quiere criticar al pensamiento escéptico sin caer en falacias.
Pablo tiene razón en algo, cuando dice que “Si [los escépticos] investigan y no hay evidencia que contradiga estos supuestos, sustentan empíricamente su posición”, eso, para bien o mal, es ¡correcto!: si se parte de una hipótesis nula, por ejemplo que “las enfermedades contagiosas son producidas por microorganismos”, y se investiga cualquier hipótesis alternativa, por ejemplo que “las enfermedades contagiosas son producidas por malos espíritus o demonios”, cualquier evidencia real y concreta que apoyara esta última hipótesis contradeciría a la hipótesis nula. De ser tal evidencia revisada y confirmada por expertos, la hipótesis nula debería ser eventualmente abandonada y la nueva hipótesis abrazada como correcta, en base a la (mejor) evidencia presentada. Pero si esa mejor evidencia no existe, o peor para la hipótesis alternativa, la evidencia apoya a la hipótesis nula, entonces lo racional es mantener a la hipótesis nula (provisoriamente) como la mejor explicación, y la hipótesis alternativa debe ser rechazada, así hasta el día en que alguien sí presente evidencia y razones suficientes para desbancar a la hipótesis nula de su sitial.
¿Pero significa esto, como plantea Pablo, que cada escéptico debe personalmente conducir tal investigación o, en caso contrario, simplemente callar la boca sin poder saber o decir nada? No, eso es absurdo. Para eso existe la ciencia como actividad humana global.
Nosotros como promotores del escepticismo científico efectivamente consideramos que la ciencia es, hasta ahora, la mejor herramienta conocida para explorar la realidad. Y, por supuesto, nadie tiene los recursos ni el tiempo del universo para investigarlo todo. Ni los propios científicos lo tienen, es cosa de ver el drama eterno de Conycit para poder financiar la investigación en Chile. Es por eso que los propios científicos se especializan en nichos hiper-específicos en sus investigaciones, y publican sus hallazgos, evidencia y conclusiones de manera que, primariamente, son otros expertos (pares y colegas investigadores) quienes pueden evaluar, confirmar o refutar tales conclusiones.
El sistema de revisión de pares, como toda actividad humana, no es infalible, aunque afortunadamente a la larga expone los errores. En el intertanto, confiar en las mejores investigaciones científicas es lo que ha demostrado los mejores resultados a la hora de comprender la realidad. Por eso, quien adopta una postura escéptica científica, como lo hacemos los miembros de AECH, no tiene que construir un acelerador de partículas, un observatorio astronómico o un laboratorio de biotecnología para conocer el estado del arte de esas disciplinas, y puede usar esa evidencia y los conocimientos científicos acumulados hasta la fecha para entender la realidad. Si tal conocimiento se contrapone con las afirmaciones falaces o insuficientes de charlatanes o gente mal informada, no queda más remedio que rechazar tales ideas por infundadas.
Ahora, si las explicaciones basadas en ciencia suenan a «cientificismos» a oídos del lego, eso demuestra una insuficiente educación o comprensión de la ciencia, y es también un llamado de atención a nosotros (y por qué no, a los mismos científicos en su papel de divulgadores de sus disciplinas) para intentar explicar mejor la metodología y evidencia científica, haciéndola comprensible por cualquiera.
Considerando todo lo anterior, poco tiene que ver el escepticismo con dogmas o con posiciones religiosas. Si se quiere criticar al pensamiento escéptico, es bienvenido, pues siempre hay cosas que se pueden mejorar o corregir, pero es clave primero entender bien los términos a usar, y no caer en falacias para justificar una crítica.
Tengo que reconocer que, en todo caso, hay algo en en lo que sí estamos 100% de acuerdo con Pablo: el pensamiento religioso es patético, es decir, en su nivel más profundo apela al pathos (emociones) para convencer. Como racionalistas, no creemos que apelar a las emociones sea el medio de entender la realidad, y menos que sea una herramienta válida y segura para convencer, ya sea a nosotros mismos o a otros, de que una idea es correcta. Apelar al pathos es un camino directo de colisión con la racionalidad (logos). Apelar al pathos indica que muy probablemente no tiene razones de peso para justificar una postura, o de lo contrario las buenas razones se hubieran presentado sin necesidad de caer en argumentos patéticos. Como escépticos, invitamos a todos a no usar este tipo de argumentos.