Admito que hace varios años atrás, tenía un interés declarado por el “fenómeno OVNI”. No me refiero a que -allá por el 2000 o 2001- creyera a ciegas que cualquier punto borroso captado por una cámara y promocionado como OVNI, fuese una nave espacial tripulada por aliens. Sencillamente me llamaba la atención la cualidad de “desconocido” e “inalcanzable” del fenómeno, e ignoraba por qué después de tantos años (asumiendo que 1947 fue el inicio oficial de toda esta parafernalia, con el caso de Kenneth Arnold y el evento Roswell) no se lograra explicar satisfactoriamente este tipo de avistamientos en el cielo, ya que en mis inicios como aficionado a la astronomía, solía pensar que todo lo que estaba “allá arriba” ya estaba identificado o catalogado.
Pero también pensaba que los ufólogos eran gente intachable y que hacían un duro esfuerzo (al mismo nivel que un científico) al intentar desentrañar este misterio. Como además sabía que en todas partes hay honestos y chantas, decidí que si quería profundizar más en este interés personal, debía acudir a un lugar suficientemente serio, especializado y “científico” (para entonces, asumía que la ufología podía tratarse con este rigor). Finalmente, en Antofagasta me topé con CECORAEX (Centro de Contacto y Rastreo Extraterrestre), cuyos encargados rápidamente me dieron acogida en su grupo de investigación OVNI.
Como desde chico siempre me consideré desconfiado (ahora se que mi actitud más bien se podía definir escéptica), tras ingresar a este grupo procuré poner mucha atención a todo lo que se hablaba, ya que tenía presente la abundancia de fraudes en el ambiente OVNI (casos Adamski, Meier, la “autopsia ET”, contactos a través de médiums, canalizaciones de seres de luz, etc.). Y en principio estuve a gusto reuniéndome semanalmente con ese grupo de unas 15 personas, discutiendo las posibles explicaciones del fenómeno OVNI, analizando casos, la importancia de investigar objetivamente cada situación, etc.
Y rápidamente comenzó mi desencanto. Una reunión cualquiera a todos nos entregaron el “Manual del investigador ufológico”, un documento de 8 páginas de aspecto inicial muy objetivo, incluyendo un “código de ética” y un “kit del investigador de campo”, con elementos típicos de un híbrido entre ávido periodista y minucioso forense (ej. formulario de encuestas, brújula, guantes, lupa… ¡hasta incluía un espectrómetro de centelleo!) Onda, siempre listo para -parafraseando al propio manual- llegar al principal asunto del investigador: “determinar la verdad”. Sin embargo, la objetividad duró hasta la página 5; porque la próxima se titulaba directamente “Contactos y sus diversos tipos”, metiéndose de lleno a las abducciones, missing-time, implantes y un largo etcétera, para rematar con una introducción a la “telepatía cósmica”, herramienta fundamental y necesaria de todo investigador OVNI, en pos de “saber técnicas para un contacto y no resultar con daños emocionales ni psíquicos”. Hasta aquí, algunas preguntas obvias comenzaron a inquietarme: “¿Es idea mía o a este texto le faltan páginas? ¿Dónde se argumenta que un OVNI realmente implica naves o seres ET? ¿Cómo demuestran que las abducciones son reales? ¿Qué monos pinta la telepatía cósmica? ¿Por qué estos tipos parten de la base que la hipótesis OVNI=ET es cierta?
Aparentemente, el último (y gracioso) párrafo del texto vino a tratar de cerrarme la boca y dejar satisfecha cualquier sospecha escéptica:
“En la vida del investigador no cabe el ser “platillista” ni ser un creyente de los Ovnis, como si se tratara de una pseudo-religión. Nada más lejos de eso”.
WTF.
Siguiente reunión, y a todos nos entregan orgullosamente el documento “Telepatía Cósmica”, aún más extenso, sobre esta valiosa forma de comunicación. De ahí en adelante me quedó clara una cosa: esto no es un grupo de investigación. Páginas y páginas describiendo a placer conceptos como “Esencia Cósmica Omniversal”, “criaturas de luz”, “emisarios galácticos”, “Fuerza única”, “telepatía alma a alma”… y todo ello sazonado por los típicos personajes que uno esperaría encontrar en cualquier contexto chanta, citados como figuras de autoridad: George Adamski y Edgar Mitchell, además de menciones a Cristo, que -¡oh sorpresa!-, parece ser miembro de la Gran Comunidad Galáctica, según afirma el texto. Y mejor no sigo.
Hasta ahí, la investigación OVNI estuvo muy bien, gracias. Al menos mientras yo estuve, el grupo nunca tuvo la oportunidad de poner en práctica el “kit del investigador de campo”, o aplicar alguna técnica mínimamente seria a casos recientes, tales como analizar fotografías o videos (aunque sólo sirviera para determinar que se trataba de un objeto real y no de un error de cámara), o por último, debatir sobre la validez de tales “evidencias”. Nada. Recuerdo que por esos años aparecieron un par de casos OVNI en Chile, y el grupo sencillamente se limitó a exhibirlos y comentar las implicancias de sus cada vez más frecuentes “visitas”. Y cuando, abrumado por la falta de alternativas que me ofrecían, osé tomar la palabra y especular con que X caso pudo haber sido el paso de un meteoro a través de la atmósfera, rápidamente me desecharon tal posibilidad por “muy poco probable”. Como para entonces no sabía demasiado sobre otros fenómenos astronómicos/atmosféricos, preferí callar. Pero eso sólo confirmó mi sospecha de que, si me había metido a este grupo y estaba pagando por ello (evidentemente, se pagaba una cuota mensual), mi mejor rol ahí sólo podía ser “espiar” sus actividades. Porque de creer no me creí nada, y ni se imaginan cuánto le agradezco al Monstruo Espaguetti Volador por haberme creado tan escéptico de nacimiento. 🙂
Luego de unos pocos meses me fui aburriendo del jueguito, no sin antes llevarme una gran sorpresa. Dando por descontado que alguna vez investigaríamos seriamente un caso OVNI, gran parte de las sesiones siguientes trataron sobre unas canalizaciones anónimas (luego nos revelarían que el canalizador era uno de los directores del grupo) con mensajes misteriosos de uno de los “emisarios galácticos”, un extraterrestre llamado Orbo 62. Así, sin más. ¿Sus mensajes? Típica propaganda New Age: meditación, elevación de la conciencia, frecuencias vibracionales y mucho bla bla. Recuerdo con especial interés una frase del director del grupo, aludiendo a que si no tomábamos en cuenta los “consejos” de esta entidad, “entonces a la Humanidad no le quedará más tiempo después de 2012”. (recién reparo en que esta basura de 2012 viene circulando desde años y años atrás…). Orbo 62 acaparó varias otras sesiones, y yo estaba a punto de abandonar todo, pero mi curiosidad pudo más y quise saber en qué consistía la única actividad en terreno que tuve oportunidad de asistir durante mi estadía en el grupo: un viaje a Quillagua con posibilidad de establecer un contacto.
Para no dilatarme más, iré al grano. Nunca hubo contacto ET, ni tuve experiencias místicas que otras personas junto a mí sí dijeron tener. Hubo sesiones de meditación, yoga, activación de chakras y desdoblamiento (¡!)… impresionante. Pero lo más weird vino cuando todos nos reunimos en círculo, en un lugar al aire libre. El director nos pidió adoptar posición de cuclillas, situar ambas manos en el suelo, y luego cerrar los ojos mientras alguien recitaba algunos mantras, y nos pidió aguardar pacientemente a que una entidad ET comenzara a contactarnos telepáticamente (en eso consistía el “contacto”). Después de 5 minutos eternos en que no dejaba de pensar que perdía monumentalmente mi tiempo, escucho el llanto descarnado de una señora unos metros lejos de mí. Parecía aterrada, desesperada, pero no soltaba las manos de la tierra ni quería abrir los ojos. Sólo decía: “¡lo estoy viendo, lo veo, veo a uno de ellos!”. Luego nos contó que vio claramente a uno de los seres grises. Pero no creo que haya visto tan claramente el nivel de sugestión al que estuvo expuesta. Ahí me di cuenta que una vasta mayoría de los integrantes del grupo, estaban ahí porque sencillamente querían creer, y veían cosas porque querían verlas. Papita para el loro.
Abandoné el grupo, terminando de concluir que el grupo como tal podía tener montón de falencias, pero los integrantes también tuvieron complicidad. Aparte de aquella ocasión donde especulé con un meteoro como causa de un OVNI, realmente no percibí ninguna muestra de escepticismo, desconfianza o ánimo de contrastar los postulados de cada sesión, sino todo lo contrario: aceptación y aprobación. Probablemente yo también fui cómplice de esa situación, al no alzar mi voz escéptica en más ocasiones. Pero al ser el único en esa parada, con voz de pavo y 17 años, opté por no ser apuntado como “el disidente” y limitarme a observar, esperando la oportunidad de revelar abiertamente aquella experiencia con gente que compartiera mi postura escéptica o al menos la respetara. Y es por eso que decidí escribir este artículo…