¿Cuántas veces hemos escuchado la siguiente aseveración?
“Vi un OVNI”. Uno, escéptico, cuestiona la frase.
“Es que no puede haber sido otra cosa. Venía del espacio, se puede mover a la velocidad de la luz, hizo movimientos imposibles para una aeronave común y después desapareció de repente”. El escepticismo se mantiene.
“Los marcianos saben que no deben ser detectados y nos evitan, aunque es claro que nos superan en tecnología”. Uno trata de mantenerse educado…
Esas frases salen a partir de la aseveración de que el observador vio una luz rara, de la cual no tiene explicación. Toda esa descripción y especulación sobre la velocidad, tecnología, intención o nacionalidad de los tripulantes de ese OVNI es, en ese contexto sólo producto de la fantasía e imaginación del observador, ya que no tiene ninguna base real para afirmar tales hechos.
La persona que cuenta la historia afirma que vio una luz rara. Por lo tanto, lo único que puede aseverar es “vi una luz que se comportaba de forma extraña y no tengo explicación para tal fenómeno”. Punto. Ir más allá es caer en suposiciones y especulaciones extraordinarias.
Secretos del pasado
Curiosamente, algunas construcciones humanas sufren con el mismo “síndrome”. Podemos no tener la explicación exacta para un hecho, pero es una falacia poner esa misma falta de explicación como una PRUEBA de que, en algún momento en el pasado, existieron ángeles, visitantes E.T., civilizaciones desconocidas, reptilianos, annunakis o lo que sea que la fecunda imaginación de un artista idee…
Existía – y aún existe – en la antigua polis de Micenas en la Grecia clásica de la época de Pericles (siglo V A.C), “La puerta de los leones”. Los antiguos atenienses, al ver las colosales rocas presentes en ese lugar, asumieron que los cíclopes de la mitología habían existido y habían colaborado para dejar ese legado. La sola presencia de las rocas era, para ellos, una fehaciente prueba que lo demostraba.
“¿De qué otra forma podía ser?”, se deben haber preguntado. “¿Acaso un ser humano va a ser capaz de levantar rocas de una tonelada?¡Imposible! Sólo un cíclope podría cumplir tal tarea. Todos saben que los antepasados eran unos pobres primitivos”.
Lo cierto es que no hay ninguna evidencia – más allá de la presencia de las mencionadas rocas – de que alguna vez haya existido una criatura con las características atribuidas a un cíclope. No existe ningún vestigio de éstos y, además, ahora se sabe que esas ruinas corresponden a los reinos micénicos de la época homérica, durante el primer milenio antes de Cristo.
Los “verdaderos” escultores de los moais
Conversaba el otro día con una familiar sobre los moais que ella había visto. Me intentaba convencer que los antiguos polinésicos tenían un poder especial llamado maná (el mismo que se ve en “Mampato, La película”) y que, telepáticamente, movían las rocas.
El suizo Erich von Dâniken indicó que “fueron esculpidos por extraterrestres que fueron rescatados por su planeta natal y los ‘pobres primitivos’ terrestres intentaron remedarlos con sus primitivas herramientas”. Mejor no sigo con otras teorías disparatadas al respecto.
De todo esto, ¿qué es lo concreto y verificable? Que existen estatuas gigantes, sin terminar y a medio camino, además de herramientas dispersas por la isla.
En otras palabras, la hipótesis más probable es que generaciones de pascuenses se “sacaron la mugre” trabajando, construyendo y acarreando estatuas. Entonces, que ahora vengan unos imaginativos y le den el crédito a otros es, como mínimo, sumamente injusto.
OVNIS sin GPS
Las famosas líneas de Nazca son otro ejemplo de lo que hablamos. Entendamos las teorías tras el diseño de éstas. Extraterrestres de miles de años luz de distancia nos visitan hace siglos con su avanzadísima tecnología espacial, ¿pero necesitaban indicaciones en tierra para no perderse? ¿En vez de crear un GPS o un sistema similar, prefirieron hacer dibujos gigantes en la tierra? Ni mencionemos que, curiosamente, tales diseños son iguales a los culturales de un pueblo cercano.
Lo único concreto es que existen líneas hechas con simples piedras y que no se ven desde tierra – aunque vale mencionar que tampoco se ven desde el espacio. Dichas líneas forman dibujos de animales locales, que se pueden encontrar en su artesanía.
Me atrevería a decir que “cada piedra en Nazca tiene la huella digital del hombre que la movió”(se entiende que es frase simbólica. No es necesario enviar CSI al local).
Actualmente, ignoramos cómo se hicieron. Ni me atrevo a conjeturar la forma que las diseñaron. Pero podría decir, con la misma seriedad que: “la construcción fue dirigida por MONESVOL, el Monstruo Espacial Volador, el supremo dios de la religión Pastafari (no confundir con los Ras Tafaris)”. Decir cosas sin pie ni cabeza es simple. Lo difícil es probar tales aseveraciones.
Para no alargarme mucho, mejor ni voy a hablar de las grandiosas teorías sobre la construcción de las pirámides egipcias o mayas, ni de Stone Henge, etc. De verdad impresiona la cantidad de imaginación y fantasía que despiertan.
El gran problema tras todas estas alocadas teorías es que muchos finalmente terminan tomándolas como científicas o ciertas.
Aplicando la navaja de Occam
Al final de todo, me asalta una duda: ¿Por qué razón los europeos no dicen que las grandiosas catedrales góticas son “imposibles” para la ingeniería medieval? ¿Por qué no escriben sobre las dificultades técnicas que harían imposible que “humanos semibárbaros medievales”, pudieran hacerlas? Aunque no acuso nada, percibo un racismo oculto.
Imaginar que los primitivos incapaces de construir grandes maravillas sólo son pueblos no arios (indoeuropeos, o de raza blanca). Los imaginativos y fantasiosos juegan con la percepción popular de que las demás civilizaciones son atrasadas y sin inteligencia. Existen muchas formas inteligentes para levantar rocas de toneladas y/o ponerlas en lugares precisos. Quizás el conocimiento se pierde con el tiempo, pero la inteligencia del hombre ha existido siempre.
¿Y la navaja de Occam?… tarea para la casa.