Manifiesto Por La Ciencia.

por | 25 octubre, 2018

El Doctor en Ciencias Biológicas, Pablo Astudillo, en su libro «Manifiesto Por La Ciencia: Un Nuevo Relato Para La Ciencia en Chile» hace un riguroso diagnóstico del estado actual de la ciencia nacional además de ahondar, también, en sus causas y soluciones.

En los primeros capítulos se presentan elocuentes cifras tales como: La inversión per cápita en ciencia, que en países desarrollados oscila entre 800 y 1400 dólares; en Chile es sólo de 80. El promedio de científicos por millón de habitantes, en países de la OCDE, es de 4000 a 6000; Chile no supera los 1000. Chile es uno de los países de la OCDE con el menor número de patentes triádicas (registro de propiedad intelectual en Estados Unidos, Unión Europea y Japón) por millón de habitantes.

A los indicadores anteriores se suman encuestas que revelan una valoración extremadamente negativa acerca de: la ciencia chilena, la profesión de investigador científico y la necesidad de dar apoyo público a la ciencia.

Dado lo anterior, el Doctor Astudillo califica como «un milagro» que Chile se encuentre dentro de los 30 países con mejor desempeño en investigación científica, siendo líder en latinoamérica.

Esa posición destacada contrasta con una escasa cobertura de los medios a las campañas de valoración de la ciencia. Muestra emblemática de ello es la carta de científicos chilenos publicada en la sección editorial de Science, la cual El Mercurio sólo reportó con posterioridad. En televisión la situación es similar. El programa «Hijos de Las Estrellas» obtuvo un galardón internacional, mientras que en Chile no recibió apoyo de ningún canal.

En una sociedad en la que no se valora el conocimiento científico, se da espacio para descuidos, o para legitimar la charlatanería o los populismos ideológicos. Para ilustrar lo primero Astudillo hace referencia al artículo publicado por nuestra Asociación en abril de 2014, «Efraín Barraza Estrada, el ‘Mago Yin'», y para lo segundo nos recuerda el bochornoso episodio legislativo que tuvo lugar, ese mismo año, en el Congreso Nacional cuando se discutió el proyecto de ley que prohibía el uso de timerosal en vacunas. Todo eso evidencia hasta qué punto la ciencia puede estar ausente de la elaboración de políticas públicas en Chile.

¿Cómo se llegó a esto? Una razón es que al mal entendimiento político de la ciencia  se sumó la displicencia de la propia comunidad científica.

La investigación científica básica o motivada por curiosidad suele ser considerada un problema, una pérdida de tiempo, una deficiencia del modelo. La investigación científica se ha transformado en un insumo de la innovación. Se la considera sólo como un instrumento destinado a entregar capacidades al sector productivo.

Por otro lado, los científicos poco han hecho por promover una cultura que valorice el conocimiento per se. Han tenido una actitud pasiva, siendo incapaces de hacer frente a la hegemonía de los economistas.

Lo anterior se agrava por la falta de unidad de la comunidad científica. Defecto que el establishment económico ha sabido aprovechar.

¿Cómo lo podemos solucionar? Astudillo plantea que debemos cambiar el enfoque, la valoración y la institucionalidad científica.

La ciencia se ha consolidado como el mejor mecanismo que ha desarrollado la humanidad para formular conocimiento acerca de nuestro universo, incluyendonos a nosotros mismos. Desde hace más de 40 años que la ONU reconoce el acceso a la ciencia como derecho universal.

Por lo tanto, la sociedad chilena debe entender que nuestro país no alcanzará un verdadero desarrollo si no es de la mano de la ciencia y la innovación, y que las urgencias y necesidades del país en materia científica no pueden estar dictaminadas exclusivamente por las necesidades del sector productivo. La indagación intelectual por sí misma es un bien público y trae muchos beneficios.

También hay que considerar que parte importante de los problemas que aquejan a la ciencia nacional pasan por su escasa relevancia a nivel político, que sólo la creación de un ministerio dedicado al quehacer científico podría revertir. Que la institucionalidad científica esté albergada en ministerios de índole económica es una idea errada. La mejor alternativa es una institucionalidad de rango ministerial para la ciencia.

La solución propuesta en el libro, la creación del Ministerio de Ciencia y Tecnología, se hizo realidad en agosto de este año.

Lamentablemente La alegría inicial se ha desvanecido. El astrónomo Mario Hamuy renunció a la Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica (CONICYT) declarando: «Serán los nuevos líderes quienes tendrán la oportunidad de lograr que el Ministerio de Ciencia y Tecnología sea un instrumento al servicio del país y que no sea capturado por grupos de interés».

El bioquímico Jorge Babul, al respecto, sentencia: «Es de esperar que el esfuerzo desplegado para crear el ministerio no haya sido en vano».

Por ello, es menester dar difusión a los valiosos conceptos que el Doctor Astudillo entrega en su publicación. Su libro es apto para todo público. Altamente sugerido para aquellos jóvenes que deseen abordar la faceta académica de sus carreras, y sin duda debería ser lectura obligatoria para quienes desarrollan las políticas públicas del país.

 


Pablo Astudillo Besnier (1980) es Ingeniero en Biotecnología Molecular de la Universidad de Chile y Doctor en Ciencias Biológicas con mención en Biología Celular y Molecular de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Realizó su entrenamiento de postdoctorado en el Wellcome Trust Centre for Cell-Matrix Research de la Universidad de Manchester, Reino Unido.