«La casa se reserva el derecho de admisión y permanencia» (Fuente) |
Por Benjamín Carvallo Carvallo
Recientemente, en Brasil, una madre y un equipo médico completo fueron excomulgados por practicar un aborto a una niña de 9 años embarazada por violación de su padrastro. Sin embargo, el violador no fue excomulgado. El cardenal Giovanni Battista, prefecto de la Congregación para los Obispos en el Vaticano, sentenció que “la violación es menos grave que el aborto”. Esto pese a que en Brasil el aborto ha sido despenalizado en caso de violación o riesgo de la madre. Parece inverosímil, pero en Chile estamos peor.
Chile es uno de cinco países del mundo donde no se ha despenalizado el aborto en ninguna circunstancia, contando entre estos países al Vaticano. Esto es producto del último atentado contra la libertad por parte de la dictadura, que derogó el aborto terapéutico, existente desde 1931, después de perder el plebiscito de 1989. Los defensores de esto son los mismos que se muestran partidarios de la dictadura y tienen a nuestro país por uno de los últimos del mundo en contar con ley de divorcio, junto con naciones de Estado islámico. También en Chile obstaculizaron estos personajes de derecha la despenalización de la sodomía, que se efectuó recién en 1999. Se trata de un grupo de gente muy definido. Indistintamente se hacen llamar “pro vida” o “pro familia”, para propagar publicidad conservadora católica, estandarte de los políticos de extrema derecha que, en la esfera política, suelen coincidir principalmente con adherentes a la UDI. Esto para defender, en unos casos, la existencia de una célula por sobre la vida y dignidad de una mujer nacida; en otros, para plantearse como defensores de que el concepto chileno de familia se someta a la imagen de familia sagrada que vemos en un pesebre, pasando por alto los diversos tipos y modelos de familia existentes. Con esto se aleja constantemente a nuestra legislación de la realidad chilena y del sentido común.
En el caso del aborto terapéutico esto se hace patente. Muchos médicos se oponen al aborto terapéutico por motivos religiosos, como es el caso del Dr. Ignacio Sánchez, rector de la Universidad Católica, quien afirmó que, aun aprobándose la ley, no se realizarán abortos, ni aun terapéuticos, en la Red de Salud UC. Para peor, argumentos fanáticos que rayan en lo inverosímil son proclamados por los principales representantes pro vida, aun tratándose de personas adultas. Que la mujer violada tiene libertad a elegir resistirse a la violación (Jorge Reyes, ex vocero Fundación Pro Vida, en El termómetro). O que las mujeres no se embarazan en la primera violación (Sofía Wulf, vocera Voces Católicas, en El Informante). Hemos visto incluso médicos de clínicas del barrio alto defendiendo que sus colegas vayan a la cárcel si practican un aborto. Esto aunque el cigoto no se implante en el útero y el embrión se desarrolle en una Trompa de Falopio, con inviabilidad del embrión y riesgo vital para la madre. Aunque el feto no desarrolle cerebro y apenas pueda sobrevivir, quizás, unas horas al parto (el parámetro clínico de la muerte es la muerte cerebral). Aunque sea sabido por todos que no va a desarrollar cerebro después de nacer por más que sus padres recen a la imagen de un sacerdote. Esta gente de la extrema derecha chilena, adherentes a grupos religiosos fieles y consecuentes con la doctrina católica, como el Opus Dei o los Legionarios de Cristo, son los principales promotores de la causa pro vida, y responsables además de convertirnos en la vergüenza y hazmerreír de América con sus intervenciones públicas (argumentos repetidos al pie de la letra por sus ovejas devotas). Con esto denigran constantemente la realidad de miles de mujeres chilenas, especialmente las que no cuentan con recursos para practicarse un aborto en una clínica o en el extranjero, al amparo de la ley, y no se lo practican o lo hacen de manera casera y clandestina, con riesgo de muerte y cárcel, y muchas veces muriendo. Esta prohibición del aborto no ha disminuido los abortos. Al ser clandestinos, aun en clínicas privadas, las estimaciones varían entre 30.000 y 150.000 al año. Un estudio estima la cifra en 18.000, pero basándose solo en las mujeres que abortan con misoprostol y considerando que todas ellas se atreven a pedir hospitalización en caso de agravarse, lo que vuelve el estudio sesgado.
De cualquier manera, en Chile se realizan más abortos que en países donde esta práctica es legal. Esto principalmente debido a nuestra pobre educación sexual, pues los mismos pro vida, leales a la idea católica de que la familia existe solo en función de procrear, se han opuesto, junto con la Iglesia, a toda educación o campaña anticonceptiva, para así resguardar la idea cristiana y mariana de que las mujeres ante todo son madres e incubadoras.
El año pasado un caso puso en los medios la urgencia de legislar sobre el aborto terapéutico. Se trataba de una niña de 13 años que con riesgo vital dio a luz un feto inviable y prematuro de solo 33 semanas, con deformidades en el corazón, después de un embarazo incestuoso producto de violación sexual reiterada, presuntamente por parte de su padre. Esta niña reunía en un mismo embarazo las tres circunstancias que anunció la Presidenta para legislar sobre la interrupción de un embarazo. Guido Girardi anunció que insistiría en apurar su proyecto de ley, pero al mismo tiempo senadoras de derecha se han manifestado en contra del aborto aun en casos terapéuticos como este. Al igual que cuando el ex Presidente de la República, el RN Sebastián Piñera, afirmó que una niña de 11 años embarazada de la violación de su padrastro iba a ser “una buena mamá” pues era muy “madura”, caso que generó repudio internacional a la legislación chilena sobre el aborto y a las declaraciones del mandatario, que en gran medida han sido censuradas y acomodadas en los medios de Internet desde que comencé este texto. Todos vimos en televisión a otro cristiano representante del gobierno RN diciendo que la niña podía ser madre si podía menstruar. El circo de los conservadores nunca se detiene, ni siquiera para mostrar un poco de compasión y humanidad ante estos casos. Cierto es que una niña de esas edades ni siquiera tiene discernimiento para decidir si continuar o no un embarazo, menos en esas condiciones, pero la ley, lejos de asegurar un aborto de urgencia, obliga a niñas violadas en su infancia a ser madres o terminar embarazos inviables y riesgosos.
El fanatismo religioso de los pro nacimiento de derecha denigra la vida de la mujer nacida y no tiene coherencia interna, pues profesa odio hacia los nacidos continuamente en marchas contra los homosexuales, o en términos políticos, al legitimar la tortura y genocidio de la dictadura, aun el asesinato de madres y mujeres embarazadas. Solo resta esperar que el proyecto de ley lanzado por el senador PPD Girardi, y promovido por el gobierno y la Presidenta, incluyendo como causal no sólo los tres factores anunciados, sino también el aborto por voluntad expresa de la mujer embarazada, proteja a las ciudadanas y a la ciudadanía en general de un Estado laico de estos fanáticos, promotores del odio y contrarios a la dignidad humana, que se hacen llamar nada menos que “pro vida” por usar un término extranjero (pro life), para defender células y tejidos por sobre la vida y la dignidad de las personas nacidas.
Benjamín Carvallo Carvallo
|