La relación existente entre vacunas y autismo ha estado en primera plana estos días debido a la votación parlamentaria que aprobaría como ley la prohibición del uso del preservante timerosal en las vacunas. Sin embargo, los parlamentarios parecen creer poseer mejor criterio que las sociedades científicas nacionales y la comunidad científica internacional, en una muestra de arrogancia intelectual que no debiese obviarse tan ligeramente.
Por supuesto, como en todos los temas ampliamente zanjados, hay quienes no están de acuerdo con el consenso y dedicarán sus esfuerzos a ser escuchados, a generar atención mediática, y conseguirán algunas veces apoyo de figuras relevantes, figuras que podrían dar la impresión de que nos encontramos ante un genuino debate. Es el caso de Bioautismo, organización que ha impulsado el movimiento por vacunas sin timerosal en el país. Una de sus victorias es haber conseguido convencer al Presidente del Colegio Médico de Chile, Dr. Enrique Paris (pediatra y toxicólogo), que les otorgara respaldo profesional a sus acusaciones, aunque el Dr. Fernando Muñoz y el ministro Mañalich han señalado que el ser presidente de un gremio o poseer una especialidad médica determinada, no hace a alguien experto evaluador de literatura científica. Mañalich, en particular, afirmó que no es lo mismo presidir el gremio de los médicos que una sociedad científica. La Directiva del Colegio Médico incluso ha señalado que las visiones de Paris no les representan, y han firmado una carta abierta en que respaldan a las sociedades científicas que apoyan el uso del timerosal.
La saga timerosal-autismo tiene su origen en una fraudulenta publicación en The Lancet a finales de los años noventa, la que sería posteriormente retractada, algo que hemos comentado aquí hace bastante. De ahí en más, sin importar el desenmascaramiento del fraude y las innumerables veces en que ha sido descartada la asociación entre el timerosal y los trastornos del espectro autista, el tema resurge como la gran polémica de los últimos tiempos, como uno de los temas que mantiene en suspenso a la comunidad científica, algo similar a lo que ocurre con evolución y creacionismo en EE.UU: es una de aquellas controversias que, en realidad, no lo son.
El Dr. Humberto Soriano (pediatra y Presidente de la Sociedad Chilena de Pediatría) no concuerda con las denuncias de Bioautismo, aunque simpatiza con ellos por su búsqueda de una respuesta a las males sufridos por sus hijos. Es difícil no empatizar en ese sentido y es, quizás, uno de los motivos por los cuales la ley se aprobó por unanimidad. El Dr. Soriano hace puntos interesantes en su entrevista con CNN Chile: señala, por ejemplo, que 100 grs. de atún pueden contener hasta 150 µg de mercurio por normativa chilena. Las vacunas de los 2, 4 y 6 meses tienen 6 µg. Peor aún, el mercurio del atún es metil-mercurio, al cual se le han asociado efectos tóxicos, a diferencia del etil-mercurio utilizado en vacunas. Soriano menciona el estudio que evaluó tasas de autismo antes y después de la remoción del timerosal; este estudio se realizó en población danesa (Madsen 2003) y, curiosamente, la tasa de autismo no solo continúa aumentando, sino que aumenta en mayor grado al periodo en que las vacunas aún contenían timerosal, lo que ya de plano es un fuerte argumento en contra de la asociación sugerida. Otro estudio similar realizado en California muestra resultados equivalentes, aumentando los casos de autismo aun cuando los niveles de timerosal habían sido reducidos a trazas. De modo que aplicar un principio precautorio no aplica porque, literalmente, no hay qué prevenir.
¿Por qué, entonces, se dejó de utilizar el timerosal en EE.UU y en países europeos? Porque, precisamente, en los años en que esto se implementó no existía la evidencia con la que hoy contamos. En ese momento, el aplicar el principio precautorio era realmente la opción acertada. Existían dudas a este respecto y los estudios que evaluaran los potenciales efectos del timerosal podrían realizarse después, lo cual se hizo, y ya sabemos qué sucedió: la asociación entre vacunas y autismo fue descartada. Hé ahí una de las falacias que Carmen Gloria Chaigneau (Directora de Asuntos Internacionales de Bioautismo) ha ventilado públicamente: las vacunas sin timerosal no corresponden a un estándar superior norteamericano-europeo al que debiésemos aspirar. No es que estemos “atrasados”, o que el timerosal esté prohibido en estos países; lo acontecido responde únicamente a las circunstancias históricas en que ocurrió: no habiendo evidencia, se actuó con precaución. Si la misma decisión debiese tomarse hoy, el timerosal se quedaría en las vacunas.
A pesar de las quejas de la Directora de Bioautismo, su negativa a explicar la “evidencia” con la que asiste a cada entrevista (artículos científicos impresos), dejando toda responsabilidad y confianza en Paris, y su rechazo y sospecha de toda otra autoridad en el tema, la OMS nos deja claro que el timerosal presenta como beneficio la capacidad de utilizar vacunas multidosis (viales con los que se puede vacunar más de una persona) y que el reemplazo por viales monodosis implica aumentar la capacidad de producción, siendo el costo además bastante elevado. Tanto el Dr. Soriano como la Dra. Jeannette Dabanch (Presidenta de la Sociedad de Infectología de Chile) han aclarado que existen ciertas dudas acerca de la eficacia de algunas de estas vacunas sin timerosal, lo cual hace nuevamente que el principio precautorio se decante más por el lado de no sacar lo que funciona. Es una conclusión razonable y que el Comité Consultivo Mundial de Seguridad de las Vacunas de la OMS apoya cuando señala que “no hay evidencia de toxicidad por mercurio en lactantes, niños o adultos expuestos al timerosal de las vacunas”. Agregan que “la información disponible justifica la recomendación de la OMS de no cambiar la política de la OMS sobre inmunización en lo que respecta a las vacunas que contienen timerosal”. La American Academy of Pediatrics tiene la misma posición, tanto así que, ante el proyecto del Programa Ambiental de las Naciones Unidas para eliminar el mercurio de todos los productos y procesos en el mundo, ha publicado una declaración pidiendo que las vacunas con timerosal sean exentas de esta eliminación, aludiendo a que pondría en riesgo el programa de inmunizaciones a nivel mundial, ya que el reemplazo del timerosal podría afectar la calidad, seguridad y eficacia de las vacunas y, de ser eliminado, podría poner en riesgo la disponibilidad de algunos productos. Esta petición logró acogida en Naciones Unidas, siendo el timerosal exceptuado del plan ambiental de eliminación de mercurio. Es así de contundente y zanjado el tema.
Es por todo lo anterior (y mucho más que, por espacio, sería inviable comentar) que el Comité Asesor de Vacunas y Estrategias de Inmunización (CAVEI) publicó una declaración en un medio local, haciendo énfasis en las vacunas afectadas si se retira el timerosal y los riesgos de reaparición de epidemias erradicadas hace bastante. La Dra. María Fernanda Cavieres (toxicóloga de la UV y Vicepresidenta de la Sociedad de Toxicología de Chile) concuerda con esta posición, algo que vemos repetido en publicaciones de la Sociedad Chilena de Infectología, y afirmaciones provenientes de la Sociedad de Psiquiatría y Neurología de la Infancia y Adolescencia (SOPNIA). Ante toda esta evidencia y presión es que el Ministro Mañalich confirmó que el Presidente Piñera ingresará un veto al proyecto que elimina las vacunas con timerosal.
¿Qué sucede, entonces, con los “101 estudios” que sí avalarían tal relación? ¿Tan equivocados están los padres de Bioautismo? Hacer el desglose sería interminable, pero basta con señalar que ciertos estudios contienen errores metodológicos que un ojo no entrenado generalmente no podría detectar, que han sido publicados en revistas científicas de bajo impacto, o que simplemente no tienen relación directa con el tema. Por ejemplo, cuando un estudio dice que se utilizaron embriones de ratones y se les ha inyectado timerosal produciendo gran cantidad de alteraciones del desarrollo, a simple vista parece terrible y potencialmente peligroso, pero es necesario saber que en los primeros estadios del desarrollo los embriones son altamente sensibles a cualquier agente externo. Mi profesor de embriología diría que agregar coca-cola o agua destilada a un embrión podría causarle grave daño y eso no los convierte en teratógenos o neurotóxicos, es simplemente mal diseño experimental. Son estas cosas las que alguien debiese tomar en consideración cuando se expone públicamente y, directa o indirectamente, realiza afirmaciones que influencian las conductas sanitarias de la población. Porque, aunque las personas detrás de Bioautismo se declaren como no anti-vacunas, y aquello genere empatía y buena disposición en algunos, lo cierto es que los más emblemáticos personajes de la anti-vacunación mundial ya han utilizado esa treta anteriormente, y lo más relevante es que el efecto es el mismo: las vacunas -de cambiarse- no pueden cambiarse mañana y, cuando alguien en los medios dice que los niños sufren trastornos neurológicos debido a una medida sanitaria, lo que está haciendo es dañar la imagen pública de esta medida e incitando a los padres a no utilizarla. ¿En qué sentido el afirmar que las vacunas son inseguras y provocan autismo en los niños es diferente a ser anti-vacunas? Solo en el sentido de que quizás dejarían de serlo si se hiciese lo que ellos desean, pero eso implicaría ajustar aún más el presupuesto de salud adquiriendo productos de más elevado costo (y no necesariamente de mayor calidad) para complacer el anti-intelectualismo de aquellos menos informados, o sesgados por sus lamentables experiencias personales.
- «El fraude detrás del estudio ‘vacunas-autismo’», AECH, enero de 2011.
- «XIII Encuentro Escéptico: «Timerosal y Vacunas en la ‘Era del Autismo'»», AECH, abril de 2011.
- «Carta al Director por campañas anti-vacunas y negacionismo del VIH», AECH, febrero de 2012.
- «El timerosal no causa autismo», AECH, agosto de 2013.
- «Ausencia de evidencia: ¿Se puede demostrar un negativo?», AECH, 23 de enero de 2014.
- «Principio Precautorio contra Bioautismo – Carta al Director», AECH, 24 de enero de 2014.