El pasado 18 de febrero de 2013 nos invitaron a participar en un panel de conversación nocturno del programa Mentiras Verdaderas, en el canal de televisión abierta La Red, junto a los emblemáticos Rodrigo Fuenzalida (ufólogo) y Juan Andrés Salfate (rostro del canal). Se me invitó como presidente de la AECH y coincidió con que días antes, habíamos tenido dos jornadas de debate escéptico durante el «2° encuentro ufológico de Maipú«, organizado por la I. Municipalidad de esa comuna.
Al llegar, me encontré con que algunos de los “debunker” cercanos a la Asociación esperaban que corriera sangre en el panel o, al menos, diera uno que otro manotazo escéptico a los invitados e, inclusive, al propio conductor del espacio, en caso de ser necesario.
La verdad es que este tipo de actitud, tan propia del escepticismo radical, no tiene ningún sentido en los medios y le hace un flaco favor a la difusión del pensamiento crítico, pues coloca a la razón en un sitial de poder y a quien lo representa como el inspirado divino que bebe del manantial del conocimiento. A mi juicio, el escepticismo no debe funcionar como un sistema de creencias cerradas o dogmáticas, donde todo aquél que piense distinto sea considerado enemigo o alguien a quien golpear para que entre en razón. El escepticismo debe ser una postura intelectual que se defiende con argumentos que se fundamentan en la evidencia disponible y no deber ser un sistema de ideas que se imponen con la fuerza de la espada; la razón debe seducir la inteligencia a través de un proceso de comprensión, paulatino y sistemático, con base en el aprendizaje, que se adquiere al obtener mayor información de aquello que se investiga.
El escepticismo inquisidor o refutador, en la medida que se haga prepotentemente, no cumple con el rol educativo de la población, porque trata a quien piensa diferente como un tonto o imbécil por tener ideas contrarias a las nuestras; inhibiendo con esta actitud cualquier intento de conversación posible, pues crean una distancia artificial que nos colocan como unos sabelotodo, dueños de la verdad, generando innecesaria aversión entre los oponentes en un debate o en muchos de aquellos que se podrían interesar algún día por el escepticismo o la ciencia.
El ejercicio del pensamiento crítico no debe funcionar así y es por eso que en AECH nos hemos propuesto ir buscando educar a través de una propuesta que invite a reflexionar sobre las creencias particulares y estimular el derecho a la duda en las personas, logrando generar nuevas preguntas que nos permitan ampliar nuestro campo de conocimiento. Esto se logra compartiendo ideas con los otros, por muy distintas que sean, y no arremetiendo contra el sostenedor de otra cosmovisión, pues detrás de cada idea, hay (y habemos) una persona que vive, siente y piensa que su concepción de la realidad es la única posible.