«Médium» de TVN: frío, frío, caliente, caliente

por | 16 octubre, 2012
¿Ud. no ve gente muerta como yo? (Fuente: terra.com.mx)

El médium Sebastián Lía ha estado en pantalla por toda una temporada demostrando sus «poderes» en la televisión abierta chilena (TVN). Para quienes creen que tal tipo de personajes tiene poderes reales, Lía es alguien de seguro «real» en todo el sentido de la palabra.

Sin embargo, los escépticos no nos sentimos convencidos e impresionados por las pruebas que Lía realiza pues es fácil «aparentar» tener éxito en «ver» el pasado de alguien sin necesidad siquiera de conocer a la persona a la cual el médium, psíquico o vidente entrevista, gracias al uso de variadas técnicas, por ejemplo: la lectura en frío, la lectura en caliente, y el hacer parecer que la información entregada por la propia persona son «afirmaciones» del médium, haciendo pasar desaciertos por «aciertos».

Como este es un tema polémico, un usuario defendió a Sebastián Lía en los comentarios de nuestro post anterior acerca del programa «Médium», afirmando que «todo el programa fueron puros aciertos» (respecto del capítulo 9), «eso de las lecturas en frío que dices tú es mentira», «¿Y cuáles serían las supuestas ‘lecturas en caliente’?, me da ejemplos por favor», o  «la información que da Sebastian Lía a sus invitados, no la saca de ninguna página web y no está en ningún Facebook».

¿Tiene razón este amigo? Bueno, él nos recomienda: «si quieres velo [; el capítulo 9] completo está en YouTube«, así que podemos ver el capítulo 9 del programa «Médium», donde Sebastián Lía entrevista durante la mitad del programa a la madre de la actriz Sigrid Alegría, Mónica Conrads, pudiendo con ello sacar varias conclusiones.


Pero antes de continuar, es útil explicar qué es la lectura en frío, qué es la lectura en caliente y porqué los médiums y videntes no son convincentes.

Lecturas tibias y artimañas varias

Cuando queremos saber algo de alguien, hechos de su vida pasada o similares, lo usual que todos pensamos es que alguien debe «decirnos» tal información: o la propia persona nos lo cuenta, o alguien que lo conoce (o conoce la información) nos lo cuenta, o bien nos enteramos por algún registro (escrito o visual) que hable de esa persona, alguna biografía, su página de Facebook, cartas personales, etc. Pero, seguro, si es información comprobada y cierta, esa información tiene que venir de _alguna_ fuente real y tangible. La casualidad podría explicar algunos aciertos en datos generales, pero no aciertos en forma sistemática a nivel de detalles finos.

Entonces, cuando una persona parece ser capaz de decir cosas precisas de otra sin conocerla y, aparentemente, sin usar ninguna fuente «conocida», la sorpresa es mayúscula. Es esa impresión la que explotan los así llamados psíquicos, médiums y videntes.

Pero hay técnicas conocidas en el mundo de la magia y el ilusionismo para conseguir exactamente esa impresión por medios completamente mundanos: son la lectura en frío y la lectura en caliente.

Lectura en frío

La lectura en frío consiste en extraer información útil de la persona únicamente a partir de la observación cuidadosa de ella: su apariencia, cómo se viste, cómo habla, qué tipo de accesorios utiliza, qué edad tiene, de qué perfil socioeconómico probablemente proviene, etc. Sin que la persona diga nada de sí misma, el «lector en frío» puede encasillar al «leído» y puede aventurar afirmaciones que pueden estar, sino muy cerca, directamente sobre los hechos actuales y pasados de la persona.

Después de la observación inicial, el lector en frío lanza afirmaciones que ya pueden estar cerca de la «verdad» sobre la persona, pero son las propias reacciones de la persona las que van guiando al lector en frío en confirmar si sus afirmaciones son un acierto o un desacierto: si la persona no reacciona, frunce el ceño, niega… claramente, lo que está diciendo el vidente no es correcto y el lector en frío con experiencia hará correcciones a sus afirmaciones para guiarlas a algún punto donde las reacciones de la persona apunten a que esté sobre la pista correcta: los ojos de la persona o su boca se abren de impresión, se sobresalta, afirma inconscientemente con la cabeza, se ríe en complicidad, etc. Por lo tanto, es la propia persona la que le confirma al lector en frío que sus «afirmaciones» van en la pista correcta o, incluso, que «es» correcta.

De esta manera, un lector en frío hábil puede adentrarse en la vida de un desconocido llegando a afirmar cosas aparentemente sorprendentes a partir de una fuente desconocida, pero simplemente es la misma persona leída, el intelecto del lector en frío y su habilidad para observar reacciones las que guían la lectura.
Una característica clave de la lectura en frío es que las afirmaciones del lector parten siempre vagamente definidas, amplias e interpretables por el «leído» de muchas formas y sólo aparentan ser específicas; en la medida que la persona leída va consciente o inconscientemente «cooperando» con el lector en frío para validar (o descartar) sus afirmaciones, estas afirmaciones van adquiriendo poco a poco la precisión aparentemente mágica, pero si se observan en detalle, son vagas y genéricas.

Lectura en caliente

La otra técnica usual es la lectura en caliente: el «lector en caliente» no adivina ni intenta adivinar nada, sino que directamente usa información concreta que de antemano ha recolectado acerca de esa persona (usualmente sin conocimiento de la persona leída), o bien usa la propia información que la persona leída ha entregado y confirmado verbalmente antes o durante la lectura, utilizando esta información para realizar afirmaciones que parecen salidas de la nada y que, de otra manera, eran muy difíciles o directamente imposibles de conocer.

Al mezclar ambas técnicas, un médium, vidente o psíquico puede impresionar fácilmente a la gente crédula (e, incluso, a los no tan crédulos), haciéndoles creer que posee poderes reales más allá de lo normal, o que la información que recibe no proviene de ninguna fuente natural. Además, en la medida que la lectura avanza, el lector (en frío y/o caliente) gana más y más información de la persona leída, por lo que al final de la lectura él puede realizar afirmaciones con una precisión “espectacular”, pero que únicamente provienen de atar cabos y conectar toda la información que previamente recibió de la propia persona.

Reescribiendo la historia

La tercera técnica que estos autoproclamados adivinos usan para impresionar es que, en los casos donde hay desaciertos, el charlatán reafirma cosas que la propia víctima siendo leída afirmó previamente, o lleva sus afirmaciones iniciales a seguir la línea de lo afirmado por la propia persona siendo leída, dando la impresión de que el vidente siempre estuvo diciendo lo correcto con un nivel de precisión sorprendente, siendo que si se revisa exactamente lo dicho por cada parte, eso nunca ocurrió.

Con esto en mente, en este artículo revisaremos qué cosas mostró Sebastián Lía en los primeros 12 minutos del capítulo 9 del programa «Médium» de TVN.

Una lectura «sorprendente»

Durante el capítulo 9 de «Médium» se «atendió» a dos familias. La primera parte se dedicó a una «atención» a Mónica Conrads, mamá de la conocida actriz Sigrid Alegría. La intención de Sigrid Alegría es que su madre se «reencuentre» con sus seres queridos fallecidos. Y, por lo que manifiesta, su mamá cree que tal cosa ya es posible, lo que obviamente allana la tarea de todo supuesto «vidente».

«Visión» 1: Alfajores de manjar caliente

La primera «visión» de Sebastián Lía comienza en el minuto 03:20 (presione el enlace para ver el video exactamente desde ese tiempo. Igual para el resto de las «visiones»):

Ahí, Sebastián Lía menciona:

  • Sebastián L.: – (hablando a… ¿alguien?) Ya, perfecto, ya entendí… vale, voy a empezar a hablar. Tengo que hablar como de unos alfajores, como de maicena… como unos alfajores que llegaban como calientes… como si tu papá trajera unos alfajores calientes, en el bolsillo…
  • Mónica C.: –  (se ríe algo sorprendida, colocan música incidental de «está acertando»)
  • Sebastián L.: – … esperabas esos alfajores calientes, con manjar…
  • Mónica C.: – (niega con la cabeza levemente).
  • Sebastián L.: – … una cosa como medio artesanal, como para ahora y vos lo abrías y el papel tenía como un olor…, como un olor perfumado…
  • Mónica C. – (mira sin reaccionar)
  • Sebastián L.: – (cambiando de estrategia por la falta de reacción de la mujer) …o algo hacías con el papel. ¿Te suena esto que estoy diciendo?
  • Mónica C.: – Mira me dijiste diferentes cosas que tienen que ver con mi infancia […]

Acá vemos como Sebastián Lía se fue metiendo en su hipótesis de «los alfajores de manjar calientes», ayudado por la cara afable de Mónica Conrads, que nunca lo detiene o rechaza explícitamente lo que iba diciendo, por lo que Lía continúa confiado, pero… ¿qué es lo «correcto»? Lo dice Mónica en el minuto 04:16:

  • Mónica C.: – Lo otro que me traía eran estas bolas de… de castaña que vienen en papel plateado.
  • Sebastián L.: – Vale…
  • Mónica C.: – …y me las compraba en el centro y me las llevaba, y el papel ése, claro, yo después lo usaba… para hacer otras cosas…

Ahora, si enumeramos las «afirmaciones» de Sebastián Lía y vemos cuándo acierta, realmente tenemos que:

  1. ¿Eran alfajores? No.
  2. ¿Eran de maicena? No.
  3. ¿Eran calientes? No.
  4. ¿Tenían manjar? No.
  5. ¿Eran artesanales? No se sabe, no es claro.
  6. ¿El papel era perfumado? No, el papel tipo aluminio no viene con perfumes.
  7. ¿Hacía Mónica algo con el papel? Sí… y yo también lo he hecho con los papeles de chocolate. ¿Alguien de niño nunca lo hizo?

¿Acierta, entonces, Sebastián Lía en los detalles? Absolutamente no.

Y es notable el uso del lenguaje «cargado» de Sebastián Lía, cuando a todo le pone la frase «es como…», «como de…»; al dejar algo «como» otra cosa, literalmente cualquier otra cosa, deja espacio para que sea la propia persona leída la que haga la conexión con sus propios recuerdos para que sea ella quien haga el momento «gotcha!» y diga y explicite qué era ese algo que «es como» lo que mencionaba Sebastián Lía, sin necesariamente serlo y sin que Lía haga ninguna afirmación precisa, pero que pareciera ser un gran acierto… sin serlo.

«Visión» 2: La muñequita

La segunda «visión» es la «muñequita», a partir del minuto 04:52:

  • Sebastián L.: – Él importaba algo como una muñequita que se podía vestir y desvestir, y tenía ropita interior, era como muy fascinante eso, era como que no habían de eso aquí…

Mónica Conrads lo confirma, pero ¿es un gran acierto? Si Sebastián Lía ya sabe (por lectura en caliente) que el papá de Mónica Conrads era un padre preocupado por llevar cosas a su familia y a sus niños, ¿hay algo raro en que le llevara juguetes? ¿Es difícil suponer que un papá preocupado no le va a llevar una muñeca a su hija? Absolutamente para nada. Decir que un papá lleva muñecas a su hija es tan genérico que tiene poco que impresionar pues ¿qué detalles ofrece Lía de la muñeca que haga que se confirme que él está verdaderamente viendo «la» muñeca? Ninguno en lo absoluto. Y el que fuera «desvestible» no tiene casi relevancia, pues un buen lector en frío puede saber qué tipo de juguetes existían en diferentes épocas, de manera que conociendo o estimando la edad de una persona, sabe en qué época fue niño o niña y qué tipo de juguetes más probablemente recibió o quería tener. No es más difícil que afirmarle a un hombre que tenga hoy entre 30 o 40 años que cuando chico «jugaba con Transformers», ya que es un hecho que ese era un juguete típico de la década del ’80 para quienes fueron niños en esa época.

Así que ¿Es un acierto? Sí, pero para nada impresionante, dado que Sebastián Lía no aporta ningún detalle real de la muñeca que permita saber que no está simplemente diciendo una generalidad de la época.

«Visión» 3: Alergia al vino

La tercera «visión» es respecto de una enfermedad «específica», a partir del minuto 06:20:

  • Sebastián L.: – Tengo que hablar de alguien que es alérgico al vino… alérgico al vino tinto…
  • Mónica C. – Mi papá no podía tomar vino…. pero ni tinto ni blanco, porque le producía dolor de estómago…

¿Es eso un acierto? Depende. De partida, se parte de una vaguedad: «alguien que es…». De todas las personas que Mónica Conrads ha conocido durante su vida, es probable que haya «alguien» tuviera un problema con algún tipo de alcohol. Se da el caso de que es su padre (en quien ella además está concentrada recordando), pero si uno se fija, ella no confirma que él fuera «alérgico», sino que le provocaba «dolor de estómago», que sin duda es un malestar, pero no es lo mismo que una alergia.

Con esto, nuevamente pareciera que hay un acierto, pero «es» un acierto sobre una vaguedad, pues puede haber _muchos_ “alguien” diferentes en una afirmación así de vaga, por lo que tiene escaso valor el que se acierte con una vaguedad así.

«Visión» 4: El poste eléctrico

Luego Sebastián Lía hace su cuarta «visión», a partir del minuto 06:40:

  • Sebastián L.: – Tengo que hablar de unos postes eléctricos, ponen un poste de electricidad en la puerta de la casa y estoy hablando de algo que tiene que ver con tu papá.
  • Mónica C.: – (la mujer sonríe y asiente)
  • Sebastián L.: – …como que hubieran puesto un poste en la puerta, no se podía entrar a la casa, era ridículo, así como la municipalidad… nadie lo había pensado…
  • Mónica C.: – (la mujer se ríe, Lía lo interpreta como acierto y con ese soporte Sebastián Lía lo interpreta como una confirmación, así que se lanza)
  • Sebastián L.: – … hay un problema, un lío familiar… ¿No?
  • Mónica C.: – No, pero sí. Es que mi papá instaló un poste, pero no que alguien no pudiera entrar, sino que era un poste fuera, no era ni de Chilectra ni nada de eso…
  • Sebastián L.: – ¿Él instaló un poste?…
  • Mónica C.: – … donde terminaba la reja, ahí, para alumbrar la entrada, con los vecinos. Ese poste era IMPORTANTÍSIMO, porque era la luz de entrada a la casa (ríe).
  • Sebastián L.: – (callado, no insiste dada la obvia falla).

¿Un gran acierto? Veamos: la niñez de Mónica Conrads obviamente ocurrió en una época donde la electricidad no era un «commodity» abundante, donde los tendidos eléctricos recién se estaban instalando o masificando, así que mencionar algo con postes eléctricos para personas que vivieron en _tal_ época es algo que muy probablemente tenga un sentido especial; no como hoy, donde los postes ya están todos instalados y nuestra relación más cercana con ellos es chocarlos.

Así que mencionar un poste eléctrico, nuevamente, es una generalidad dada la época en que vivió el padre de Mónica Conrads. Así que observemos el grado de precisión de la visión de Sebastián Lía:

  1. ¿Hay un poste eléctrico en la historia? – Sí.
  2. ¿Tenía que ver con el papá? – Sí.
  3. ¿En la puerta de la casa? – Sí, pero…
  4. ¿No se podía entrar? – No, errado totalmente.
  5. ¿Era ridículo? – No, errado totalmente.
  6. ¿Tenía que ver la municipalidad o algún tercero? No, ¡para nada!
  7. ¿Fue un error no planeado o no pensado? No.
  8. ¿Hubo un problema o lío familiar? ¡NO!, para nada. La mujer afirma que era «importantísimo» para la familia.

¿Acierto general? Superficialmente parece que sí, dada la generalidad de mencionar un poste de luz, pero ¿acierta Sebastián Lía en los detalles? Para nada, falla en detalles críticos al punto de que son los detalles que aporta la mujer los que dejan claro que Sebastián Lía está totalmente equivocado en esta «anécdota».
Un nuevo fiasco de «visión».

«Visión» 5: La tapa de vidrio rota

La quinta «visión» de Lía parte en el minuto 07:25:

  • Sebastián L.: – Antes de fallecer él, se cae una cosa que es muy valiosa y se rompe… creo que es como una… yo lo veo como si fuera una tapa de vidrio…
  • Mónica C.: – Era el vidrio de la puerta del auto…
  • Sebastián L.: – … ¿El vidrio de la puerta del auto?… Ok.
  • Mónica C.: – …que mi tío, el hermano de él que vivía con nosotros, dejó la puerta mal cerrada y, al entrar a la casa, la puerta se estrelló y quebró el vidrio.
  • Sebastián L.: – Bien…
  • Mónica C.: – Eso lo puso [al papá] muy mal… el día que él murió, llegó con el vidrio a la casa, lo había comprado y lo traía. Y me dijo a mí, porque a mí me gustaba maestrear con él, «mañana lo vamos a instalar».
  • Sebastián L.: – ¡Fuuuhhhh, ohhh, mirá!… Ya, y ese es tu último recuerdo con él…
  • Mónica C.: – Claro…

Veamos, pareciera un gran acierto. Sebastián Lía «acierta» en mencionar «antes de fallecer». Pero, ¿cuánto tiempo concretamente es «antes de fallecer»? ¿Un día? ¿Un mes? ¿Un año? Esa afirmación es de una vaguedad absoluta, pues equivale a decir «mientras estuvo vivo».

Lo segundo: ¿se cae una cosa? Sebastián Lía no especifica qué cosa. ¡Puede ser cualquier cosa! Otra vaguedad. ¿Y «es como» una tapa de vidrio? No, no era una tapa vidrio. Mónica Conrads confirma que no es una tapa. Otro desacierto.

Y es esa cosa ¿muy valiosa? Ok…, pero ¿qué significa valiosa? Esa es una vaguedad nuevamente porque ¿a qué se refiere? ¿A que es muy cara? ¿Es un recuerdo sentimental? ¿Algo único? Ésta es otra afirmación absolutamente vaga.

O sea, Sebastián Lía no acierta a nada preciso. Y es Mónica Conrads la que asocia estas vaguedades a un evento específico de su vida, aclarando que:

  1. ¿Antes de fallecer? Sí, justo el día antes algo se rompe, lo cual puede ser una gran casualidad.
  2. ¿Se cayó algo? No, nada cayó algo; por eso es un desacierto. Fue un golpe con una puerta lo que rompe un…
  3. ¿Era una tapa de vidrio? No, no era una tapa de vidrio. Era una ventana de vidrio de un auto, algo muy específico, algo que Lía nunca «vio» ni siquiera se acercó a mencionar.
  4. ¿Era algo valioso? Probablemente caro, pero ¿valioso? No, pues el padre es capaz de comprar al día siguiente OTRO vidrio, por lo que obviamente un vidrio de auto era algo fácil de conseguir, aunque probablemente caro.

Lo interesante es que toda esta información que le aporta Mónica Conrads a Sebastián Lía es una mina de oro para la lectura en caliente: el padre de Mónica tenía un auto y eso indica que él tenía tal situación económica lo suficientemente buena como para comprar un vidrio, de seguro caro y que, al romper el primero, inmediatamente puede volver a comprar otro igual de caro.

Y mirando esta «visión» de Sebastián Lía, podemos observar cómo a partir de vaguedades que la propia persona «leída» se encarga de completar, pareciera que cada cosa que Sebastián Lía dice es un «gran acierto», cuando en realidad se trata de afirmaciones vagas que podrían haberse tratado concretamente de cualquier otra cosa; Si no hubiera sido _ese evento_, tal vez la persona podría haber recordado «una tapa de un joyero de cristal que era de la abuela de mi papá, que era un gran recuerdo que se rompió un año antes de que él muriera…» y Lía hubiera suspirado como «¡WOW, mirá, qué acierto!», porque la descripción del «vidente» era tan vaga que podría calzar con una multitud de posibles eventos previos, todos ellos «antes de la muerte» del padre.

¿Acierto? No.

«Visión» 6: La muerte del padre

La sexta «visión» se refiere a la muerte del padre de Mónica Conrads, a partir del minuto 08:40.

De partida, cabe notar que acá vemos en acción la magia de la televisión y, en particular, de la post-edición. No sabemos cuánto rato ni qué han conversado Mónica Conrads y Sebastián Lía, cuando la escena parte de inmediato con Lía afirmando:

  • Sebastián L.: – Cuando él falleció, ¿pensaron que se había ahogado? ¿No se dieron cuenta de que tenía un infarto…?

Al escuchar de improviso eso, pareciera que Lía hubiera «adivinado» lo de un infarto, pero no sabemos si es la propia familia quien le confirmó lo que no se ve en cámara. Y, por otro lado, es una deducción potencial a partir de la lectura en caliente de lo dicho antes por Mónica Conrads a Lía: el padre de Mónica estuvo hasta el último instante en la calle, comprando vidrios, trayéndolos a casa, planeando instalarlos… ¿Suena como un hombre enfermo, postrado? Para nada, así que es una buena deducción que lo que lo mató fuera, al fin y al cabo, algo inesperado y fulminante como, por ejemplo, un infarto…

Ahora, el diálogo continúa:

  • Sebastián L.: – Cuando él falleció, ¿pensaron que se había ahogado? ¿No se dieron cuenta de que tenía un infarto…?
  • Mónica C.: – Nadie se dio cuenta de que lo que tenía era infarto, pues vino el médico incluso y no supo decir que era infarto.
  • Sebastián L.: – (Insistiendo) ¿Y pensaron que se había ahogado con algo?
  • Mónica C.: – (Tajante) ¡No! Quedó ahí y pensaron que… tenía cansancio, qué sé yo…
  • Sebastián L.: – Ah…
  • Mónica C.: – Y mi mamá fue al baño y cuando volvió, estaba muerto.
  • Sebastián L.: – (Lo piensa un par de segundos…) Ah, mira, entonces no se dieron cuenta de que tenía un infarto…

Veamos: ¿acierta Lía a que pensaron que se había ahogado? No, la propia Mónica Conrads se lo niega en su cara. Entonces, ¡Plan B! Dado que partió afirmando algo que no era correcto, lo obvio es que nadie vio el infarto, obvio, así que transforma el chasco de una afirmación falsa, en un «acierto». ¡Chaaaan!

«Visión» 7: Mercedes

Y finalmente, la última «visión» que analizaré en este artículo, que parte en el minuto 10:27:

  • Sebastián L.: – A ver, voy a separar las dos cosas que veo, tal vez tienen una relación… no es… esto es… lo voy a acomodar después (sic)… después hay algo relacionado con un aut… que es lo otro que yo veía, como si fuera un auto muy largo, sí, casi un Cadillac, tenía como una capota y tenía como un nombre… le tenían un nombre…
  • (Sigrid Alegría mira a su mamá, la mujer no reacciona)
  • Sebastián L.: – (Complicado) No… me fui a cualquier lado.
  • Mónica C.: – (se ríe).
  • Sebastián L.: – (Esperanzado, leyendo en frío) ¿Te suena esto del auto grandote y eso?
  • Mónica C.: – Era un Mercedes Benz, y que le decían la «mechita».
  • Sebastián L.: – La mechita… ya… ¿Será eso?
  • (No hay reacción de las mujeres)
  • Sebastián L.: – (Cambia de táctica) …pero podría significar otra cosa… déjame… dejémoslo ahí, en duda, lo del auto… (pausa) …hay una mujer que se llama Mercedes… había como otra Mercedes (mira a las mujeres. No lo está afirmando ¡Lo está preguntando!).
  • Mónica C.: – La señora que me crió…
  • Sebastián L.: – Vale… (Música de acierto…) la Mercedes, ya…
  • Mónica C.: – Ella llegó a la casa cuando yo tenía 4 meses y murió en la casa, está enterrada con mi papá y mi mamá…
  • Sebastián L.: – Mirá vos, es un personaje importantísimo.
  • Mónica C.: – Sí, pues…

Este es un ejemplo de libro de lectura en frío y en caliente mezcladas: Sebastián Lía ya sabía que el padre de Mónica Conrads tenía un auto, y que él tenía una buena situación económica, por lo que debía ser un buen auto, probablemente uno grande. Además en la época en que ella era niña/joven, los autos eran EN SU MAYORÍA grandes. Así que, con eso en mente, Sebastián Lía se lanza a la piscina con su afirmación de que «ve» un auto grande. Pero cuando no ve reacción en las mujeres y sí ve claramente la duda de Sigrid Alegría mirando a su madre como diciendo «¿De qué Cadillac está hablando Lía?», él inmediatamente comienza a echar pie atrás diciendo «me fui a cualquier lado…»; pero cuando la madre se ríe como afirmando, intenta salvar la situación preguntando si «le suena». O sea, si le hubiera recordado cualquier cosa parecida es un “acierto”: ¡CHAN!

Pero Mónica Conrads menciona un auto, un Mercedes Benz. Los Mercedes Benz son autos europeos que son grandes, sin duda, pero no son grandes en forma desproporcionada como un Cadillac o un auto americano, así que claramente ya en eso la visión es un estrepitoso fiasco. Pero entonces… nuevamente la lectura en frío en acción.

Lía había mencionado «dos» cosas. Como lo del auto ya es un fiasco y Mónica Conrads acaba de mencionar a una Mercedes y una «mechita», no es un misterio que “Mercedes” fue un nombre muy común en el pasado siglo XX; Sebastián Lía astutamente pregunta (y nótenlo, lo pregunta, sin apuntar a nadie, a ninguna Mercedes en específico) si había «alguna» Mercedes en el pasado de Mónica Conrads. ¡Alguna Mercedes! Nuevamente, amplio, vago y poco preciso. Tamaña vaguedad es como afirmar que en Santiago de Chile llueve en invierno y que cuando lleva decir que fue una predicción. Y resulta que se da la casualidad de que curiosamente sí hay una Mercedes en la vida de Mónica Conrads (nuevamente, nada sorprendente, dado lo común del nombre en épocas pasadas)… y, de pronto, un estrepitoso fracaso en la «visión» de Sebastián Lía se capitaliza en un «gran» acierto. O eso se intenta hacer pensar al espectador…

¿Qué tiene que ver una mujer llamada Mercedes con un auto grande como un Cadillac? Nada. Y la gracia es que esa Mercedes podría haber sido una amiga de infancia, una familiar, una profesora, una tía, lo que fuera… cualquier Mercedes que Mónica Conrads hubiera mencionado ¡hubiera sido un «acierto»!

Así, siempre es fácil tener «visiones».

Y esta última visión demuestra, finalmente, que las visiones de Lía son una combinación magistralmente aplicadas de lecturas en frío y en caliente.

Si alguien quiere seguir analizando el resto del video a partir del minuto 12, ya sabe cuál es la lógica.

Buscando al vidente «escépticamente garantizado»

Finalmente, ¿se puede afirmar que es imposible que exista al menos algún vidente real? Eso es imposible de afirmar. Podría haber alguien que realmente tuviera esa capacidad, pero se sabe que hasta la fecha nadie en la historia de la humanidad ha demostrado «realmente» tener tal poder. Sebastián Lía, tampoco.

¿Qué tipo de «visiones» debiera tener un vidente para convencer a un escéptico? Fácil: una en que las que proposiciones hechas por el “vidente” en su visión sean precisas, detalladas, que sea imposible de conocer en línea o en forma previa y que, consistentemente, las personas que «validan» la precisión y exactitud lo hagan a posteriori, a lo más aportando más detalles que confirman la precisión, no que sean precisos porque quien confirma es quien aporta esos detalles.

Por ejemplo, si un vidente, médium o psíquico fuera capaz de pararse frente a una persona y afirmar algo como:

«Veo un vehículo. Es un Mercedes Benz. Tiene un vidrio roto y una persona, que parece ser su padre, trae un vidrio a una casa, pero el vidrio se rompe, lo veo roto detrás de la puerta de entrada, la puerta lo golpea y se rompe, y el padre se ve muy enojado; Veo… veo que su padre compra un segundo vidrio, pero el enojo es tal que… que trae el vidrio a casa, y entonces, el muere repentinamente, mmmh, parece que un paro cardiaco, pero nadie se percata…»

Y todo lo anterior puesto por escrito, sin intervención de las personas que saben si eso es cierto o no, donde la persona que confirmará si tales datos son correctos solo pueda hacerlo a posteriori, sin posibilidad de realimentar al “potentado adivino” a través de lectura en frío u otro tipo de trucos.

¿Es eso lo que Sebastián Lía u otros médiums hacen? No.

Y el día en que lo hagan, estos adivinos deberían visualizar el premio de 1 millón de dólares de la James Randi Educational Foundation (JREF) ofrece a quien logre demostrar la veracidad de sus poderes en una prueba controlada, y también el nuevo premio «Sísifo», de 1 millón de Euros, que el Consejo Europeo de Organizaciones Escépticas (ECSO) y la Sociedad para la Investigación Crítica de la Pseudociencia y lo Paranormal (SKEPP) ofrecen en Europa también. Ambos premios están esperando que ese potentado adivino se presente a sus puertas y demuestre sus poderes. ¿Qué están esperando todos los autoproclamados adivinos, psíquicos, videntes y médiums? Y si ese adivino no necesita el dinero, pues hay miles de organizaciones de beneficencia que aceptarían gustosas tal cantidad.

Así que, señor adivino, médium o psíquico: ¿Qué espera?