Cardenal Medina |
La segregación sexual es estructural en la Iglesia Católica, concentrándose las mujeres en sus monasterios, subordinadas servilmente a la concentración viril de su jerarquía, como ya la Madre de su Cordero se entregase cual esclava a los temperamentales designios de su Señor.
Así, los niños, con los niños, y las niñas, con las niñas, replican este modelo de segregación sexual diversas órdenes religiosas católicas, tales como el Opus Dei y los Legionarios de Cristo. Hijos o hijas, para educar a los suyos disponen los Legionarios de las respectivas sucursales del Colegio Cumbres; por su parte, las simias femeninas hijas de padres Opus Dei tienen sus camarines apartados en el Colegio Los Andes, mientras que los respectivos simios masculinos cuentan con sus propios urinarios en el Colegio Tabancura. Ya enseñase San Josemaría Escrivá de Balaguer qué puede pasarle a la «santa coquetería» de una mujer llamada a la castidad prematrimonial ante una cercanía impropia con el sexo opuesto… la oportunidad puede hacer al ladrón. De retrógrados, nada, pues bien saben utilizar la tecnología para evitar una educación sexual más práctica que la reseña esquemática de los genitales a través de una presentación digital, en un contexto de dramatización de la sexualidad y su soterrado tabú virginal.
El Cardenal Medina nos expuso la tradicional falacia católica contra-natura para rechazar los actos homosexuales, refiriendo las irrefutables enseñanzas bíblicas de San Pablo acerca de cómo la sodomía les aleja del Reino de Dios. Instándoles a reconocer su pecado y reconocerse en pecado, considera inaceptable la convivencia homosexual, en plena coherencia con la única doctrina oficial de la Iglesia a la que representa y a la que sus fieles le prestan credo. Como bien enseña su Iglesia, ama al pecador, no al pecado, reivindicando el amor fraternal que todo católico debiese tener hacia todo homosexual, así como Dios, pero rechazando categóricamente el ejercicio de su sexualidad; canónico ejemplo de inclusión social, relegando su desarrollo personal pleno al ámbito de una sexualidad de escaparate, donde se mira, pero no se toca.
Jirafas naturales |
Incluso aceptando su calificación como contra natura, por no dirigir hacia la reproducción el ejercicio de la sexualidad, ¿cuánto queda por distinguir entre la sodomía y el celibato clerical? Ninguno cumpliría muy bien el llamado bíblico a multiplicarnos.
Bien quedarán con el Dios cristiano los homosexuales célibes, pero mal quedan los ciudadanos de un estado secular al verse privados de la igualdad de derechos que les debiese garantizar nuestra democracia de no primar la superstición religiosa en el criterio de los políticos que definen las leyes que dan forma a nuestro ordenamiento jurídico.
La ocasión hace al ladrón |
Hombres, con hombres, y mujeres, con mujeres; ellas, serviles a ellos. Antes se le denominaba llanamente machismo, pero así es como se autosegrega sexualmente hoy el clero católico: mediante su ideología homosacerdotal. Habiendo reconocimiento cardenalicio de la existencia de una proporción de sacerdotes homosexuales, ¿qué medidas canónicas podría tomar el papado para garantizar institucionalmente que sus clérigos homosexuales no tengan contacto entre sí? ¿Ofrecerán efectividad comparable, si se permite la mala broma, con las tomadas otrora en contra de su séquito de pederastas?
Ante la aguda disminución en sus vocaciones sacerdotales, ya que la ocasión hace al ladrón, mal favor se hace la Iglesia Católica al agregar un nuevo factor de segregación interno dentro de su legítimo clero al condenar el contacto entre homosexuales. Nuevamente requerirán de la tecnología para coordinar, ahora virtualmente, sus futuros concilios eclesiásticos.