Por Esteban Zamorano
Imaginemos que usted tiene artritis, un día lo convencen de probar un nuevo remedio, lo compra en su farmacia y en la letra chica se lee: “Éste producto no es un medicamento, ni reemplaza tratamientos médicos. Cualquier efecto instantáneo que experimente por su uso puede estar afectado por su subjetividad”. ¿Cómo se sentiría?
Esta advertencia se encuentra en el sitio web de la popular pulsera electromagnética “Biolectik”, promocionada por estrellas del deporte y espectáculos. El funcionamiento de la pulsera se explica por los iones negativos que genera la pulsera, los cuales serían beneficiosos para nuestro organismo. Pero ¿Qué son los iones? ¿Tienen alguna relación con la salud?
Un ion es una partícula –de cualquier cosa– que tiene carga eléctrica, o sea, no es diferente a lo que uno obtiene frotando una peineta por tu pelo. Entonces, ¿por qué pueden ser dañinos? De por sí no lo son: sólo son perjudiciales si son iones de un elemento peligroso, como el Níquel o Cobalto –iones positivos–, pero también hay iones negativos peligrosos, como el Arseniato y el Cloruro. O sea, las pulseras parten de la base que los iones son malignos o benignos para nuestro organismo sin tener claro su concepto ya que un ion es una propiedad, no un elemento en sí: es algo así como promocionar un producto porque te entrega un líquido o un compuesto verde.
Camila Muñoz es estudiante universitaria, ella posee una pulsera biolectik que le regaló su suegro y la probó durante unos días: “Al principio me hiperventiló, el mismo día que me la puse anduve como feliz un par de horas. De hecho, le pregunté como a dos personas más que tenían la pulsera si es que les había pasado algo y me dijeron lo mismo, que se hiperventilaron. Pero después nada más. Me fijé si es que servía para aumentar el rendimiento físico mientras hacía deporte, pero no me pasó nada. Así que ahora la uso para ver si tiene algún efecto pero la verdad es que después de que me hiperventilé el primer día, nada más”.
Así como Camila, hay miles de compradores en el país que han pagado entre $9.990 y $15.000 en una multitienda por estas pulseras, siendo que su costo de fabricación en China no sobrepasa los dos dólares. Uno puede incluso encargarlas desde allá por internet al por mayor en solo un par de clicks y necesitando sólo una tarjeta de crédito.
El problema, de acuerdo a Fernando Frías, de la Asociación de Escépticos de Chile, AECH, es que se debe demostrar el funcionamiento de un producto que asegura poseer propiedades curativas sobre el cuerpo humano, sino, obedecería simplemente al efecto placebo.
Un placebo es una sustancia que no causa nada –como una pastilla de talco– y que se usa en ensayos clínicos para verificar el funcionamiento de un fármaco, debido a que así se contrasta quienes recibieron el fármaco y quienes recibieron una sustancia placebo.
El efecto placebo es algo complejo, no lo comprendemos y sus efectos son poderosísimos. Hay estudios que indican –por ejemplo– que la acupuntura no es más que un placebo: la confianza de un paciente es tan grande ante quien asegure ser un experto acupunturista, que incluso cuando éste se equivoca de adrede –o derechamente miente y no sabe nada de acupuntura– logra mitigar el dolor del paciente tanto como una sesión real con un reputado acupunturista.
Federico Leighton, médico especialista en nutrición y salud, es enfático en señalar que lo esencial es tratar de separar el efecto placebo del efecto del brazalete magnético. Entonces, el problema de la pulsera biolectik es que debe comprobar su funcionamiento descartando las subjetividades que ellos mismos advierten acerca de su pulsera. En general la ciencia puede medir efectivamente que se atenúan ciertos dolores al usar este tipo de pulseras, pero correlación no significa causalidad, o sea, que disminuya el dolor al usar una pulsera no significa que la pulsera sea la que cause la atenuación del dolor, precisamente por el fuerte efecto placebo que todos los seres humanos poseemos.
Otro problema que tiende a confundir a quienes confían en la medicina alternativa es que ser médico no implica ser científico y las revistas científicas de medicina deben tener cierta reputación. En internet se pueden encontrar numerosos estudios avalando o rechazando terapias alternativas, pero cuando uno recurre a fuentes serias sobre medicina como The Lancet o el British Medical Journal, uno encuentra que los estudios chocan con el problema que una pulsera magnética placebo (o sea, que no es magnética) es fácilmente detectable por parte de los pacientes que participan en ese estudio.
Finalmente, la idea de Fernando Frías y los escépticos de la AECH es que si una pulsera no puede demostrar que efectivamente posee las propiedades con las que se promociona, que se venda como un adorno, no como un remedio, para así no engañar a los consumidores.
Nota del autor: El título original de este artículo es «El retorno de la pulsera de los 11 poderes» y fue escrito para el Taller de Prensa Escrita.
Esteban Zamorano
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