Potestad de vacunación ─ Carta al Director

por | 12 marzo, 2016

coquelucheConsternación ha causado el reciente caso de un niño de 4 meses, en la localidad sureña de Osorno, quien padeció un grave cuadro de tos ferina (también conocida como pertussis, tos convulsiva o coqueluche) no prevenido, debido a la negativa de sus padres a vacunarle, significándole al lactante varios días de internación en urgencias. Se trata del mismo caso de quienes, al nacer, también se opusieron a que fuese vacunado contra la tuberculosis.

Al respecto, difundimos la siguiente carta al director, la que fue recogida por algunos medios de circulación nacional:

Potestad de vacunación

Sr. Director:

Hoy, todos los humanos disponemos de derechos universales que nos amparan por el mero hecho de ser humanos. Para los niños, además, disponemos de resguardos especiales en su favor, dada su vulnerabilidad comparativa. Los padres tienen la intransmisible, irrenunciable e imprescriptible patria potestad sobre sus hijos, función tutelar a favor de los pequeños, cuyo interés reconocemos superior. Ante ello, resulta inaceptable que ciertos padres consideren a sus hijos como una propiedad privada, homóloga a su mobiliario residencial, sobre los cuales disponer a su antojo, en especial respecto de su derecho a la salud. Tras el dramático padecimiento de tos ferina por parte de un niño osornino inocente no vacunado por sus padres anti-vacunas, enhorabuena la justicia hizo primar el derecho superior del niño a la salud al mandatar su vacunación, procedimiento médico seguro y efectivo; decisión, ésta, que acercó compasivamente la ilustración y el progreso científico a un menor víctima, por una parte, de una inversión de prioridades de sus desinformados padres como, en el fondo, de la creciente prevalencia de un oscurantismo anticientífico que campea al alero de la crisis de la calidad de la educación en nuestro país. El perentorio rescate de ésta no es sólo una cuestión de desarrollo económico, sino que cultural; cultura en la que nunca más deba volver a hacer falta rescatar a los más desvalidos de quienes tenían la obligación de brindarles el debido cuidado.

Atte.,

Luis León Cárdenas Graide

Entrevistada, la madre recurrió a un clásico lugar común falso: “¿quién mejor que los padres sabe lo que es bueno para su hijo?”. ¿Sus temores? Los infundados daños que el timerosal podría provocarle a su hijo. Según su criterio, prefirieron arriesgarse a esto:

Tos ferina ─ Cuadro clínico

Desde la exposición al microorganismo hasta el desarrollo de los síntomas (período de incubación) transcurren en promedio de siete a diez días, pero pueden pasar entre cuatro y veintiuno y, en raras ocasiones, ese lapso llega a prolongarse hasta cuarenta y dos días. Después de ese período en general hay síntomas respiratorios poco importantes, como tos leve, estornudos o secreción nasal. Esa fase inicial se conoce como la etapa catarral y el cuadro clínico se asemeja al de un resfriado común. Se observan estornudos, enrojecimiento de los ojos y fiebre leve. Después de una o dos semanas de evolución de la tos clásicamente aparecen accesos incontrolables, cada uno con cinco a diez crisis de tos violenta, espasmódica y sin interrupción que suelen terminar con una inspiración también violenta y prolongada acompañada de un silbido o estridor inspiratorio característico, un sonido similar a un jadeo producido por el cierre parcial de la glotis en los niños más pequeños o un sonido jadeante en niños mayores, dado que el paciente lucha por respirar (etapa paroxística). Los portadores pueden transmitir la tos ferina desde la aparición de los síntomas hasta tres semanas después del inicio de los episodios de tos. El período de contagio se reduce a cinco días después del comienzo de la terapia con antibióticos.

La aparición de la tos característica revela el inicio de la segunda etapa (paroxística). Las crisis, que se suceden a intervalos regulares, a veces se repiten rápidamente y otras veces son separadas por intervalos de varias horas. Por lo general se produce un vómito inmediatamente después de la crisis. La última etapa, la de convalecencia, dura de uno a tres meses y se caracteriza por una resolución gradual de los episodios de tos.

Los síntomas clásicos de la tos ferina son tos (paroxística), estridor inspiratorio y síncope o vómitos después de toser. Se ha documentado que la tos causada por B. pertussis provoca hemorragia subconjuntival, fracturas costales, incontinencia urinaria, hernias, síncope después de un acceso y la disección de la arteria vertebral. La tos violenta puede causar la ruptura de la pleura con el consiguiente neumotórax. Si después de un acceso de tos hay vómitos o estridor inspiratorio la probabilidad de que la enfermedad sea tos ferina es casi del doble. Por otro lado, la ausencia de tos paroxística o de emesis posterior a la crisis de tos reduce las probabilidades casi a la mitad.

Las crisis de tos, que pueden ocurrir solas o ser provocadas por un bostezo, un estiramiento o los actos de reír, comer o gritar, por lo general se presentan en grupos, con múltiples episodios cada hora durante todo el día. Esta etapa suele durar de dos a ocho semanas, o a veces más. A continuación se produce una transición gradual a la fase de convalecencia, que por lo común dura de una a dos semanas. Lo característico de esta etapa es que disminuyan los paroxismos de tos, tanto en frecuencia como en gravedad, y desaparezcan los vómitos. La tendencia al estridor inspiratorio después de toser puede seguir presente por un período considerable una vez curada la enfermedad.

¿Hasta qué punto los padres saben qué es lo mejor para sus hijos? ¿Qué se necesita para poder afirmar ello con propiedad?

Casi al mismo tiempo, en Canadá, otro par de padres de similar sapiencia dejaron morir de meningitis a Ezekiel, su hijo de 18 meses, tras semanas con fiebre, mientras creían que le estaban curando con: extracto de hojas de olivo, proteína de leche, agua con miel de maple y jugo de fresas; además de sirope mezclado con agua; zumo de frutas y un brebaje compuesto de ajo, jengibre y vinagre de sidra de manzana. Ellos también creían saber qué era lo mejor para su hijo, asumiendo conocimiento de causa en un área del conocimiento de la que ni siquiera contaban con cultura general.

En ambos casos, observamos las macabras consecuencias del Efecto Dunning-Kruger en acción. Afortunadamente tiene solución: educación.

Publicaciones de la carta

«Padres antivacunas», Las Últimas Noticias, 11 de marzo de 2016, pág. 64.
  • «Vacunas», La Segunda, 11 de marzo de 2016, pág. 16.
«Vacunas», La Segunda, 11 de marzo de 2016, pág. 16.

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